Tel. +59 8 2900 9464 [email protected] Río Negro 1354 - Of. 40, Montevideo, Uruguay

Revista Repique

Repique #1

Crash

Mauricio Tarrab

Conferencia en la Universidad de la República
Montevideo 28 de abril de 2017

Boris: Sonia ¿sabes lo que significa la palabra amor?
Sonia: Hay muchas formas de amar, Boris. El amor… el amor entre un hombre y una mujer y el amor que siente una madre por su hijo.
Boris: Y el amor entre dos mujeres, no olvidemos mi favorito.
Sonia: Y también está el amor en el que siempre he soñado, desde pequeña. Boris: ¿si?
Sonia: El amor dentre dos seres excepcionales
Boris: Sonia… (Boris se acerca sugestivamente a Sonia)
Sonia: No Boris! Por favor! El sexo sin amor constituye una experiencia vacía Boris: Si, pero tal como están ultimamente las experiencias vacías, es una de las mejores.

Cuac!!

Estamos hiperconectados, no hay duda de eso. Hace poco estaba en una ciudad del interior de Argentina dando un seminario como el que daré mañana aquí en Montevideo invitado por el Grupo Lacaniano de Montevideo como lo vengo haciendo con cierta regularidad en estos últimos años. Se presentaba allí un caso clínico y yo estaba haciendo el comentario del caso, lo que constituye siempre una escena que requiere siempre cierto cuidado, cierto esfuerzo de dar un un clima de intimidad, difícil, pero no imposible de lograr frente a un público numeroso. En ese ¨clima¨ y ante un dato peculiar del material que comentaba y que consideré importante subrayar dije con algo de énfasis algo así como : “ese dato parece ser una novedad en el caso” … y de pronto, desde mi Iphone ubicado sobre el escritorio, lo tenía como ahora lo tengo aquí, conectado por supuesto, sorpresivamente Siri, uds conocen seguramente a Siri y si tienen un iphone sabrán que no es ni muy encantadora, ni muy eficiente, quizás hay que decir que Siri -al menos la que tengo yo en mi iphone- es como dicen los españoles, un poco dura de entendederas. Y esta vez Siri entendió que mi comentario merecía una busqueda inmediata en Google y a todo volumen me hizo saber, a mi y a los 200 asistentes que nos escuchaban, tan estupefactos como yo, que había encontrado una lista de cosas sobre la palabra Novedades, cerca mio… espectáculos de cine y teatro, deportivos, y la lista seguía mientras yo trataba de desconectarla infructuosamente. Hiperconectados. Algo de la privacidad, algo del valor intangible de la vida privada, o de lo que en la vida de uno es la propia intimidad, está perforada. Perforada por dispositivos cada vez más sofisticados, que deseamos poseer lo antes posible ya que no se sabe que podría pasar si no lo conseguimos pronto. Pronto! Ya!

Ese Ya! ese imperativo que nos exige estar conectado es una nueva forma de un imperativo desconocido hasta ahora con la magnitud que ocurre hoy en día.

Cómo no reconocer la utilidad de esas conexiones, aún las más insólitas. Pero también hay que reconocer que la mayor parte de las “interconexiones", a las que dedicamos un enorme lapso de nuestro tiempo diario, y también un significativo costo en dinero, son del orden de lo que Lorenz, si, el viejo Konrad Lorenz que observaba con astucia a los animales, describía como la comunicación básica entre los gansos adultos y sus crías: Cuac!! Cuac!! dice el ganso adulto. cuac cuac cuac!! contesta la cría o viceversa. Lorenz, cuyo trabajo en etología se ocupaba de la comunicación temprana entre los animales, y cuyo libro -famoso en una época se llamaba El anillo del rey Salomón- traducía la función de conexión de esos Cuac!! Cuac!! del ganso adulto y los cuac cuac cuac!! de la cría: Estas ahí? Sí, sí estoy aquí!!, Tú estas ahí, si si, yo estoy aquí .

No podríamos reconocer que el 98% -y soy generoso en conservar un 2% para cosas importantes- el 98% de nuestros contactos por whats upp son para intercambiar mensajes de ese estilo. Y el mismo tiempo whats upp y sus aplicaciones amigas son irresistibles. Irresistibles.

Walter Herzog, el talentoso el cineasta alemán, quizás no tan conocido en la actualidad, señala que nuestro Dios. quiero decir nuestro Dios Internet, es un "gigantesco contenedor de banalidades” y agrego yo, que nuestros intercambios cotidianos en los que nos agotamos, nos convierte a nosostros mismos en unos verdaderos gansos. Cuac!!! Cuac!!! Cuac!!!

En la hiperconexión en la que vivimos estamos entre el uso, el buen uso que podemos hacer de eso y la banalidad más absoluta.

Si siguiéramos la lógica de la época y de la hiperconección podríamos preguntarme porque después de una larga semana de trabajo me tomé un barco y estoy aquí delante de uds en este aula, aquí en Montevideo un viernes por la noche y no hago esta conferencia por internet desde mi escritorio… y uds mismos porqué están aquí un viernes por la noche haciendo acto de presencia para escucharme cuando podrían, si fuera una videoconferenica verla mañana pro yuotube mientras desayunan tranquilamente en sus casas.

¿ ya que los medios tecnológicos lo permiten, haberla hecho de ese modo… ¿sería lo mismo? ¿O es que algo del hecho de “hacer acto de presencia” es inevitable para darle a esto que hacemos la opción de ser un acontecimiento?. A veces la hiperconección evapora lo que la presencia de los cuerpos, lo que los cuerpos hacen de un encuentro un acontecimiento. Y como estamos en el contexto de la Facultad de Psicología de la que supongo la mayoría de uds son alumnos y como soy un psicoanalista debo decir que en el análsiis algo del encuentro, de la presencia de los cuerpos es irremplazable.

Creo que en eso el teatro y el psicoanálisis, y solo algunas cosas más como escuchar música en vivo, como se dice, mantienen aún en la época de la virtualidad el secreto de de que la presencia de los cuerpos, al menos para algunas cosas, es inevitable. No me importa la discusión de si se trata del cuerpo imaginario, simbólico o real… destaco que para ciertas cosas el cuerpo es inevitable. Es obvio ¿verdad?.

Estamos hiperconectados, pero no creo que el analista deba estar hiperconectado. Màs allá de los gustos personales, que siempre inciden en la posición de cada uno cuando trata de situarse en el discurso analítico, no creo que convenga al psicoanalista estar hiperconectado. Freud planteaba que el analista debía mantener una atención latente, más que una atención constante sobre lo que escuchaba. Y cuando le negaba el cara a cara al paciente era para demostrar que una vez establecida la transferencia ya no era a su persona a quien se le hablaba, aunque eso no descartaba su presencia, la suya.

Por otra parte el análisis no es una experiencia de hiperconexion, porque una experiencia de hiperconexión siempre es una experiencia alienante. Un psicoanálisis es más bien una experiencia de separación.

Porqué digo esto? porque la hiperconexión de la que hablamos, el estado de hiperconexión en el que estamos produce la ilusión, mediada por las pantallas de que el Otro está ahí, y eso conjura mi relación a esa experiencia inevitable que es la soledad.

Y entonces podría evocar una canción de mi adolescencia, una de las primeras canciones de Luis Alberto Spinetta que uds deben conocer, para decir que estar hiperconectados evita “saber lo que es la soledad” y solo sirve por un tiempo para soportarla.

-un personaje de South Park, la serie de esos niñitos indomables e hiperlúcidos, lo decía inocentemente: “mis contactos en faceboook son muchos más que los amigos que no tengo”.

Es la primera definición que queria traerles en el marco de esta conferencia: estar hiperconectados elude entre otras cosas la experiencia a veces insoportable, a veces fatal, pero fatalmente humana de la soledad. Como titulaba Ray Bradbury su famoso libro de cuentos: la hiperconexión es un “remedio para melancólicos”. Y uds saben que el mismo remedio como con los fármacos aquello que sirve para el alivio del malestar o en otras dosis nos deja del lado de la adicción. Retomaré esto enseguida.

Un juego infantil resume bien lo que quiero decir hoy respecto del imperio de la hiperconexión y de las imágenes y de sus súbditos, nosotros, consumidores hiperconetados, sin los cuales ese imperio no existiría. Ese juego tenía una letanía que los niños cantaban mientras hacían una ronda: “juguemos en el bosque mientras el lobo no está...¿lobo está?“. Como el lobo no estaba los niños volvían a su ronda y volvían a cantar, hasta que cada tanto, el lobo estaba y aparecía produciendo el júbilo que rompía la ronda placentera de los niños. Mas allá del Padre, evocado en esa aparición, el júbilo mostraba finalmente la verdad libidinal del juego. Hoy ese goce está desplazado. Hoy jugamos en el bosque de nuestras pantallas, en el bosque de nuestras nubes, de nuestras redes sociales, confiados en que se puede hacer posible lo imposible: la conexión asombrosa e inmediata a miles de kilómetros, el resguardo anónimo de nuestras pobres o geniales ideas, de nuestras imágenes o de nuestros videos, la ilusión de crear una nueva fórmula de las relaciones personales

Creemos, sí, los súbditos del imperio de las imágenes creemos, que en ese imperio se sostiene la ilusión de lo perdurable, el tiempo se congela, todo puede recuperarse.

Seríamos freudianos diciendo que es una forma de renegar de la muerte. Pero finalmente es una renegación de lo real. Juguemos en el bosque mientras el lobo no está...¿lobo está?

Jacques Lacan, ese autor supuestamente tan oscuro e incomprensible, a veces de cía las cosas me manera sencilla. Y para referirse a ciertas formas de satisfacción a las que los humanos nos entregamos, decía: “Hay que saber que una vez que se entra allí no se sabe hasta donde se va. Se empieza con las cosquillas y se acaba en la parrilla.” Con ciertos estados como las hiperconexiones también se empieza en las cosquillas, siempre un tanto en el borde entre el placer y el goce, entre lo agradable y lo iy se termina en la parrilla siendo objeto de devoración. Y esa es una indicación clínica precisa.

Daré un pequeño ejemplo y no del campo de la psicosis sino de la hiperconexión:

Un joven participa por internet en páginas donde se realizan masturbaciones colectivas. Eso se mantiene durante un tiempo. Le funciona bien. Las visita según sus necesidades de buen consumidor, con mayor o menor frecuencia y no se puede decir que la cosa se le fuera de las manos…

Hasta que sobrevienen otras imágenes. Imágenes que no pueden regularse con un click ya que son las imagenes de sus sueños. Sueña. Y sueña que está espiando. En el sueño espía primero a su hermano mientras éste se masturba, y luego espía a su mejor amigo. Ahí, la escena se invierte y el voyeur cree que ha sido visto por la imagen de su amigo en el sueño. Eso, la imagen de su amigo, que lo mira en el sueño, lo despierta. Y lo despierta de tal modo que lo angustia y lo hace ir al análisis. Más allá del interesante devenir de esa consulta -que uds van a poder leer cuando se publique en el último Scilicet en un texto de nuestra amiga de la ciudad de Rosario, María Marciani y que ella me permitió utilizar como ejemplo- lo interesante para nosotros es pensar en esas imágenes que se vuelven de pronto homologas: la s imñagenes de las pantallas y las imágenes de las pesadillas.

Imágenes adyacentes a un real, que cuando funciona puede ser la repetición de una satisfacción que parece no tener consecuencias, hasta que algo astilla la pantalla o vuelve como en el sueño de nuestro joven voyeur bajo la forma de una pesadilla.

Se ve que el velo se trasmuta en este ejemplo y la imagen pasa de ser la que muestra y esconde, a ser la que irrumpe en el campo volviendo al sujeto parte del cuadro, cuadro del cual en el ejemplo, este sujeto quería mantenerse excluido. Y esa es la trampa en la que este jovencito cae, desprevenido en el mundo virtual, encontrándose de pronto con algo inesperado ya que el inconciente, el de él,está que no programado por google sino por su propia historia y por su propias experiencias reales, le revela una mirada que lo mira cuando el que miraba era él: angustia. Fin de la conexión, al menos de esa conexión en la que era un voyeur inocente que se paseaba a su gusto por esas virtualidades. Ahora, en un análisis , en un lazo que no tiene nada de hiperconección , tendrá que hacerse cargo de sus propios fantasmas y de los que estos muestran de su relación con lo real.

Se podría pensar que la proliferación de las imágenes dejan al sujeto desguarnecido como al soñante el soñar hasta que irrumpen como una pesadilla estremecedora o como una alucinación. Porque en este aspecto que estoy enfatizando lo imaginario como tal hace desfallecer al lenguaje. Lo vuelve tenue y brillante a la vez, lo hace virtual y desechable frente a las imágenes. Frente a los cientos de imágenes, a los millones de imágenes, que pueden hacer olvidar que lo real sin velo, sin palabra y por cierto sin imagen, acecha como siempre. Con la reproducción innumerable, la multiplicidad, la omnipresencia de las imágenes, el referente parece esfumarse, desvanecerse. Y el sujeto mismo corre ese riesgo, a menos que comience en este caso que comento a asumir su relación al sexo de otro modo.

Lo efímero, lo provisorio y al mismo tempo la sobresaturación de las conexiones llevan a la paradoja de que en la actualidad se puede estar totalmente conectado y al mismo tiempo estar en la soledad más absoluta.

Y en todo caso si el analista está hiperconectado ¿debe estarlo por medio de la tecnología?. El analista puede usar los instrumentos que piense que estén de acuerdo con sus fines, y los administra, al menos desde “La dirección de la cura”, como mejor le parece y puede usar los medios que crea que son eficientes para sostener las ficciones necesarias, como la existencia del Otro. Pero lo que el analista no puede hacer es engañarse con que se puede engañar a lo real. Engañarse por un rato con la ficción tecnológica es completamente válido, pero el analista no debe engañarse con que puede engañar a lo real. Finalmente la tecnología permite jugar el juego de la renegación de la castración y lo real, por un tiempo.

Algoritmos

Un algoritmo, según una definición básica, es un conjunto ordenado de instrucciones o reglas bien definidas que mediante la realización de pasos sucesivos permiten resolver un problema o permite obtener un resultado deseado.

Los algoritmos tecnológicos permiten que todo un mundo funcione. Los algoritmos y también las baterías, ya que cuando las baterías, que tienen un sustrato material que no tienen los algoritmos se acaban, la hiperconexión se acaba irremediablemente.

Pero a mi juicio, los problemas actuales de los psicoanalistas son otros y en especial aquel que se refiere a nuestro algoritmo fundamental, que es el algoritmo de la transferencia.

J.A.Miller lo señaló hace algún tiempo diciendo: “De aquí en adelante el saber está disponible automáticamente con una simple demanda a una máquina. El saber está en el bolsillo, no es más el objeto del Otro”. Y eso reformula completametne las cosas. O modificamos algo o nuestro algoritmo no funcionará más…por más hiperconectados que estemos. estar.

Allí, sin embargo la última enseñanza de Lacan da una brújula para considerar el lugar del psicoanalista, cuando apunta a tratar con lo que no está conectado al Otro, y que no está metido en la barriga del Otro como el objeto, sino que está cortado del Otro, de la significación y de la historia.

En esa perspectiva la hiperconexión supuesta del analista es vanal. Pienso que el analista no debe ir a meterse en el smartphone del paciente o formar parte de una pantalla para encontrar una nueva posición. No creo necesario argumentar sobre lo obvio y no voy a decir lo que hay que hacer o no hacer, solo digo lo que yo hago: no analizo por Skype ni me analizaría con alguien que me ofreciera analizarme por Skype. Por supuesto en una urgencia, en una situación puntual y excepcional uso lo que me parece apropiado al momento. Hay que recordar que la expresión del Lacan “único amo en mi barco después de Dios”, solo vale si eso se acompaña con la exigencia de ajustarse al discurso analítico a riesgo de encallar el barco en arenas triviales o en el mejor de los casos psicoterapueticas. Analizar por whatsupp…? solo diré que eso, además de disparatado- no encuentro el buen adjetivo…- es concebir al análisis como un juego de palabras.

Con esa pespectiva paso a mi último punto.

Black Mirror

Black Mirror es una serie que seguramente algunos habrán visto. Los dos primeros capçitulos tienen un humor macabro y fino a la vez, que se ensaña al mostrar el futuro que nos espera de aquí a solo un par de años en una continuidad del movimiento de hiperconexión actual dentro de nuestras vidas, y la palabra dentro es muy justiciera ya que plantea que es muy posible que en pocos años aceptemos de buen grado que nos implanten un pequeño smartphone en algún lugar dentro del cuerpo. No se asusten, será solo bajo la piel, al menos para empezar. Será pequeño, casi invisible y permitirá tener las manos libres...aunque no se sabe bien para que querríamos tener las manos libres si ya no se necesitaría un teclado en el que usarlas...

No voy a contarles Black Mirror, pero se mete con el amor, los celos, la verguenza, la justicia, la explotación… y presenta de un modo inédito la relación entre la tecnología y la pulsión. Solo me voy a detener en su nombre, Black Mirror, y en la imagen que presenta la serie, porque me permite pensar en la posición conviene al psicoanalista de la hiperconexión.

Black Mirror es el espejo negro, que no refleja la luz y que por lo tanto no lo habita ninguna imagen. Es el espejo oscuro, donde el campo escópico colapsa.

Es decir que, y solo interpreto a los guionistas, ellos ubican un punto de basta, de detención, de quiebre. Y eso es lo que muestra la imagen que presenta la serie: una pantalla negra que se quiebra bruscamente con un Crash!!, como si fuera un cristal que se astilla. Crash!! y la pantalla negra queda congelada y partida. Los capítulos, las historias, las imágenes, los personajes muestran ese crash. Muestran la emergencia de algo

que rompe, que quiebra la pantalla. Black Mirror es el quiebre de la ilusión que impera en la pantalla y su consecuencia: lo imposible de soportar.

Evoco Black Mirror porque me da la oportunidad de ubicar adonde puede situarse el psicoanalista y que no es por cierto en la pantalla.

Por más que estemos cerca de los cambios profundos de la actualidad, por más que estemos tratando de hacer una clínica de la civilización para situar nuestra posición, por más que nos volvamos más modernos cada vez, no creo que debamos hacer una especie de aggiornamiento que sirva como un marketing del psicoanalista adecuadolo a la época, o la moda, para ofrecerse mejor al consumidor. Esa lógica no es la que conviene al Psicoanálisis ni al psicoananlista. Eso ya se hizo muchas veces, por ejemplo en los años '70 cuando hubo una ruptura con un psicoanálisis envejecido y eso produjo algunas cosas interesantes y muchas payasadas, desorientaciones fatales y errores patéticos. Hoy no se trata de vestir al psicoanalista de ultramoderno e hiperconectado, se trata de que el psicoanalista esté atento al crash!!, que esté atento a como se rompe el espejo, a como se quiebra la pantalla, porque es allí donde

tiene una opción de intervenir, es allí también adonde una demanda genuina puede presentarse. Y si el psicoanalista tiene una chance en este futuro que ya ha llegado no será por vestirse de ultramoderno sino por estar dispuesto a renovar su posición. En especial cuando no se le dirige, y cada vez menos se le dirigirá, una demanda de saber; cuando se le dirijen ya mismo demandas que parecen obligar al analista a estar abierto a incidencias nuevas del dispositivo analítico, -que también es un dispositivo aunque no sea tecnológico- y también a demandas renovadas y tan genuinas como las que se dirigen al Otro del saber. Se trata de saber si el analista va a soportar la desorientación que puede causarle ser demandado allí donde no lo esperaba y demandado de un modo

que no lo imaginaba. Esta encrucijada tiene algo del encuentro entre aquella demanda inedita y de aquella sorpresa primera de Freud, cuando por la emergencia de la transferencia en la escena inaugural del psicoanálisis, supo encontrar una posición inédita de la que aún somos deudores.

Finalmente:

Este mundo aplanado y sin relieves en el que vivimos, que nos captura y nos fascina, es solo una superficie. Es finalmente solo la proyección sobre una superficie de los sistemas expertos (Giddens) que llamamos gadgets tecnológicos. Esas imágenes, no están solas, como si lo están los sujetos capturados por ellas. Esas imágenes tienen su Matrix. Esas superficies brillantes que muestran un poder insólito y que afectan subjetvidades y cuerpos, duran sin embargo hasta que la batería se termina. Y eso deja al sujeto delante de todo lo que ha rechazado, y con lo que debe arreglárselas. Su soledad, su cuerpo, su deseo, de lo que finalmente no puede sustraerse.

OFF. The end. Lobo está? . Mientras tanto “juguemos en el bosque”. Pero eso sí, usemos las conexiones para algo que valga la pena.