Tel. +59 8 2900 9464 [email protected] Río Negro 1354 - Of. 40, Montevideo, Uruguay

Revista Repique

Repique #2

De la resistencia al fantasma: transferencia y deseo de analista

Mercedes Iglesias

Establecer las diferentes modalidades que adquirió el concepto de transferencia en Lacan muestra que esta trayectoria va como ‘en paralelo’ de la posición del analista y su concepto de deseo de analista.

Freud[1] en 1910 plantea el progreso interno del psicoanálisis no sólo a nivel epistémico sino clínico. Señala que este comenzó con los síntomas y que el método catártico aspiraba a la explicación de estos síntomas, se pasó a los complejos hasta llegar al ‘vencimiento de las resistencias’. Este objetivo planteaba a su vez el problema de la transferencia ‘recíproca’, la contratransferencia y la resistencia propia es decir la del analista. Se puede decir que ya desde Freud la transferencia muestra diversas dificultades.

Imaginario y simbólico

Lacan[2] plantea: ¿Qué hacer con el sentir del analista? Y, la primera respuesta es: abstenerse de la relación ego-ego. En el Seminario 1 analiza el tema de la resistencia como un concepto central de la práctica analítica del momento. Reconoce la definición de Freud: todo lo que destruye, suspende y altera la continuación del trabajo analítico. Cuando el analista interpreta recibe sueños, significantes, escenas infantiles, cuando esta dimensión no acontece, se dice que nos encontramos con aquello que interrumpe la revelación del inconsciente. Lacan admite esta situación en la práctica. Es así que Lacan plantea los dos ejes en el esquema Z. Existe el nivel imaginario donde ubica el goce, la inercia del goce que se encuentra en la relación establecida en el estadio del espejo, es decir, de un yo hacia otro yo. Y, en oposición, se encuentra el eje simbólico, donde ubica al sujeto del inconsciente y al Otro de los significantes. Es aquí, en esta dimensión simbólica donde se juega la partida analítica.

Sujeto del inconsciente

Es desde este esquema que podemos preguntarnos qué hacer con la resistencia. Tenemos que preguntarnos cuál es el sentido del discurso. ¿Cuál es el sujeto del discurso? ¿Quién es aquel que busca reconocerse más allá del yo? La respuesta será el sujeto, el sujeto del inconsciente que no se encuentra en el eje imaginario sino que lo encontramos en el eje simbólico. Es ahí donde podemos acceder al sujeto del inconsciente. Por ello es que Lacan crea una teoría del sujeto, un sujeto que es atrapado en la red significante del Otro. Y es ahí donde en principio debe ubicarse el analista, para que advenga este sujeto del inconsciente, un sujeto vacío, pero a la vez un sujeto que quiere decir. Si bien es cierto que la resistencia tiene presentación transferencial, no se trata de que la interpretación gire todo el tiempo en torno a las resistencias y que se entienda que la transferencia es resistencia. Para Lacan el saber analítico consiste en entender que desde el yo sólo hay ignorancia, que este yo no sabe de la constelación simbólica en el inconsciente.[3] De este modo, ubica la resistencia en la función imaginaria del yo, que es quien produce el obstáculo al advenimiento del deseo. Este deseo fue ubicado de diversos modos: deseo de reconocimiento, deseo puro, deseo de nada, deseo del símbolo, deseo de decir. El yo entonces era una protección contra lo simbólico.[4]

Resistencia y defensa

Miller[5] aclara así que desde el comienzo los psicoanalistas estuvieron en relación con lo que llamaron la resistencia, incluso la defensa. ‘La manera de tomar en serio lo que experimentaron sería considerar que el uso del término resistencia es un índice que apunta a lo real de la experiencia. Este real exigía una manera de actuar.’ Lacan ubica desde el inicio que nos encontramos en una práctica de a dos. Y que hay que situar quiénes son estos dos que se encuentran. En ningún momento habrá una situación de equivalencia. “La palabra defensa califica la relación inaugural del sujeto con lo real, que el abordaje de lo real se inscribe en primer lugar en términos de defensa, y no de apetito, armonía o cálculo. Así como repartimos real y semblante, podemos repartir defensa y represión.”[6] La represión se juega a nivel significante y la defensa, por el contrario, a nivel pulsional.

Transferencia

En un primer tiempo la transferencia consistía en interpretar para acceder al sujeto del inconsciente. Se trata de esta primera y larga época de Lacan donde está convencido del poder de lo simbólico. De la eficacia de lo simbólico. Sea a través del Otro del significante, sea a través de la estructura, se trata siempre de la eficacia de lo simbólico. Y, en consecuencia, de la capacidad clínica de intervenir en la estructura del inconsciente.

Es en el Seminario 8 [7] se alude al concepto de transferencia y la relación con el amor. Lacan había establecido que hay tres pasiones del ser: el amor, el odio y la ignorancia. Gran parte de la transferencia se juega a este nivel, por cuanto el amor, es aquello que permite acceder al saber del inconsciente. Hay en Lacan desde el inicio una estructura dialéctica de la transferencia y no una relación afectiva del amante y el amado. Es decir, hay una disimetría desde el inicio de la partida. Si bien hay dos, no son dos sujetos los que están en esa relación. De este modo ubica en El Banquete de Platón el lugar que debe ocupar el analista al puntuar lo que Sócrates le dice a Alcibiádes: No es a mí a quien te diriges sino a Agatón. Esto muestra que el analizante si bien habla no es al analista persona, sino al analista que encarna una función. En esta función el analista no se encuentra como persona sino cumpliendo una función. Sabe que no se están dirigiendo a él.

Una primera dimensión entonces es lo que denomina el analista como sujeto supuesto saber. Cuando alguien entra a un análisis, cuando realiza una demanda, le supone un saber al analista, supone que sus síntomas o sus malestares tienen un sentido, una explicación que desconoce. El analista encarna un saber en torno a esta significación desconocida. La otra dimensión es la pulsional, lo que no pasa a la palabra y que estará presente a lo largo de una cura. En este Seminario 8 considera ese objeto precioso que es el ágalma. Es un objeto precioso que el analista mantiene en reserva. Este objeto es lo que luego en el Seminario 11 se afirma como objeto a

Miller[8] sostiene que Lacan en el Seminario 11 ubica la transferencia mediante las operaciones de alienación y separación que constituyen apertura y cierre. Son operaciones del modo en que se constituye el sujeto, pero también así acontece con la transferencia. La transferencia constituye por un lado, apertura hacia el analista y al inconsciente, pero luego adviene la separación que en este seminario denomina la ‘puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente’. En esta segunda operación se ubica el objeto a, la dimensión pulsional. Gorostiza[9] afirma que de este lado tenemos el objeto libidinal freudiano, y esto sucede así, porque hay una necesidad lógica de buscar una certeza. El sujeto a pesar de su alienación al Otro, a pesar de su identificación a cierto significante del Otro, permanece indeterminado, y la certeza le va a venir del lado del objeto que tiene una dimensión pulsional. Toda esta trayectoria culmina con la postulación del fantasma, con la lógica del fantasma.

Deseo del analista

Ahora bien, ¿cómo logra el analista ubicarse en estas dos dimensiones de la transferencia? Se trata de que el analista, después de haber atravesado su análisis, dice: “Estoy poseído por un deseo más fuerte. Está autorizado a decirlo en cuanto analista, en cuanto en él se ha producido una mutación en la economía de su deseo.”[10]

Una de las posibilidades de esta transmutación del sujeto es que alguien desee ser analista, su deseo mutó en ‘deseo de analista’. Y es esta mutación lo que permite que haya algo más fuerte que responder con sus pasiones. El allí no está como sujeto, sino que su lugar será el ‘no pienso’, para hacer advenir allí otra cosa. A este deseo de analista se le adjudica una neutralidad, una apatía. Necesaria para cumplir su deseo de analista.

NOTAS

  1. Freud, S. ‘El Porvenir de la Terapia psicoanalítica’ en Obras Completas, Tomo I, Ediciones Aguilar.
  2. Lacan, J. Seminario 1, Los Escritos Técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 2010, p.57.
  3. Ibid. P. 108.
  4. Miller, J. A. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2008, p.85.
  5. Miller, J.A. Ibid.
  6. Ibid. P. 51
  7. Lacan, J. Seminario 8, La Transferencia, Editorial Paidós, Buenos Aires, pág. 217.
  8. Miller, J. A. La experiencia de lo real en la cura analítica, Op.cit, p.89.
  9. Gorostiza, L. ‘La dialéctica del sujeto en la entrada en análisis’ en: Sinatra, E. Las entrevistas preliminares y la entrada en análisis, Cuadernos del Instituto Clínico de Buenos Aires, 9, Buenos Aires, 2004, p. 214.
  10. Lacan, J. Seminario 8, Op.cit, pág. 215.