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Revista Repique

Repique #3

Caso “M” – Una historia de vida, dos caras, ¿realidad o fantasía?

Lucía Molina

Introducción

El presente caso clínico surge de una práctica en una residencia para adultos mayores. La intervención realizada fue un proceso de acompañamiento, con una señora residente del lugar, pásese a llamar a partir de ahora “M”.

El caso clínico

M es una señora de 83 años. Fue “llevada” al hogar por su hijo, Matías P. Presenta episodios de desorientación que se acentúan en la tarde con un deterioro cognitivo leve, viéndose reflejado en sus olvidos involuntarios, con dependencia parcial en las actividades diarias.

En las primeras entrevistas con M, comenta “he viajado mucho, conocí Europa, mi marido está allá, estuvo allá, tuve un hijo uno quedó allá y el otro está conmigo, Matías. Joseph se quedó en Europa y nunca más.” “Mi esposo es francés, era francés, ya no está.” Describe a su marido como un hombre bueno, inteligente, y que le gustaba tomar. Manifiesta haberse casado joven. Al preguntarle que sucedió con su esposo dice no querer hablar del tema. Pese a ello en los encuentros lo menciona y se hacen manifiestas versiones contradictorias: “Ya se murió no te preocupes, está todo bien.” y en otros se puede notar su angustia y enojo.

Comenta que se mudó a Francia, permaneciendo allí durante unos años. En ese tiempo nacieron sus hijos. “Cuando nosotros nos mudamos Joseph tenía 6, 7 años. Se quiso quedar tenía más progreso, no era para estar acá”. Le pregunto si tiene comunicación con él, a lo que responde, “No, no he hablado con él, una comunicación allá sale muy cara, ¿verdad que sale cara? No respondo y continúa, “Si hace tiempo que no hablo con él, capaz yo lo llamo y me dice, ¿usted quién es?”

En siguientes encuentros, M ha cambiado su actitud. Manifiesta su enojo ante su actual realidad, su poco interés y destrato con los demás residentes.

“¿Sabes que nunca me gustó que me preguntaran de mi vida? Soy muy sincera. No me gusta engañar ni ser engañada. Me aburro cuando me hacen hablar de cosas que no quiero”.

Al siguiente encuentro me recibe con un ¡qué suerte que viniste!, me pregunta cómo me fue en los estudios acotando: “¡Qué bueno que te haya ido bien! “Yo pienso que no pierdes tiempo, conmigo nunca vas a perder siempre te voy a decir la verdad”. Y continua: “Te estoy ayudando a hacer tus estudios, ¿es así o no? me ayudas a conversar, me escuchas, te preocupas por mí, si me pasa algo sé que vas a estar.” Se trata de que pueda hablar; recordándole que es un proceso acotado en el tiempo.

Sobre el final M trae temas que no habían aparecido: su infancia y sus padres.

“Te voy a presentar, es media rara pero te presento ¡R!, ella es una amiga que vino a visitarme, una gran señora. Es muy especial, no te hagas problema, tu viniste a verme a mí no a ella” No respondo.

Minutos más tarde R se cae, M acota “No la ayudes” A lo que respondo “¿Por qué no? Me levanto a ayudarla, M solo me mira.

Me invita a merendar. Le comento que no puedo, me pregunta en que me voy, le respondo que en auto, “¿y el auto es de papá o es tuyo?”, mío, “¿y papá te ayudó? No. “Viejo amarrete, mejor así no le debes nada a nadie, ¿y que dijo papá? “Lo importante es que te vas a recibir y que sos una profesional, pido a Dios que te ilumine”. Comienza a llorar. Le pregunto que la angustió, “una chica que estudia, me angustié, es horrible que un padre no te ayude, y si no lo saludas un día es uno más del montón, ¡que mal!” “De chiquita papá me enseñó a manejar, aun me acuerdo. Siempre fui independiente”

Me despide “ten cuidado en la calle, ve despacio porque tengo prisa. Te espero la semana que viene, un millón de gracias por venir”

El día del cierre encuentro a M ayudando a otro de los residentes a comer. La espero en el patio y salimos a caminar. Acerca del proceso, me comenta que se sintió bien, agradeció la escucha, “tú sos la persona con la que más hable en este lugar”, invitándome a visitarla.

El caso en transferencia

Los espacios con M están marcados por la instauración de una relación de amor de trasferencia. Algo de lo imaginario del orden amor-odio sostiene el encuentro paciente-analista, permitiendo el trabajo desde la trasferencia imaginaria. M me ubica en el lugar de analista, amiga, gran señora, hijo/a, esposo.

Que el análisis se moviera dentro de la trasferencia imaginaria, pudo deberse a la necesidad de sostén de la paciente en relación a su historia personal. Pude constatar un sentirse extranjera de su vida, de su cuerpo, de sus recuerdos, de su hogar; ideas y pensamientos que se escapan. Hay un sentimiento de abandono, de no sentirse parte del lugar, ni encontrar un espacio “para ser ella”. Se percibe demanda de contención para lograr anudar, su relato, sus vivencias, y reconstruir su historia.

Considero que la patología de la paciente dificultó la instauración de una transferencia simbólica, por sus olvidos, quizás sea difícil trabajar desde allí, aunque no imposible; lo que hace preguntarme, ¿se instauró en algún momento la transferencia simbólica, hay algún indicio de ella en el trayecto de nuestros encuentros?

Tal vez sí. Podría ubicarse en los momentos en los que le hago preguntas y no contesta, como si quisiera evadirlas, en dónde aparece algo del saber, del saber sobre lo que le pasa, a lo que ella no puede contestar; ubicándose así en la posición del “no sé”, posición necesaria para el surgimiento del SSS.

Me queda resonando su angustia al hablar del padre, algo de lo simbólico aparece en relación a las enseñanzas y legado paterno, así como el reproche por lo no recibido.

Tal vez en ese angustiarse podemos ver un esbozo del sujeto del inconsciente.

Como dice Lacan en el seminario 11, “El Otro, el gran Otro, ya está presente cada vez que el inconsciente se abre, por más fugaz que sea esta apertura”.

Me pregunto, ¿Mi accionar al ayudar a R cuando se cae, aunque M me haya pedido lo contario, puede ser visto como un acto analítico? ¿Tuvo alguna resonancia en ella, en su inconsciente? Pienso que algo del “poder hacer” se puso a andar allí, a partir del ¿por qué no?, para que M pudiera ayudar a otro residente, relacionándose de un modo diferente.

Considero que se podría trabajar y construir con esta paciente desde la trasferencia simbólica, apuntando a los silencios y a los momentos de angustia que pueden promover la emergencia del sujeto del inconsciente, posibilitando un inicio de análisis, desde el sostén y contención teniendo en cuenta la patología de la paciente.