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Revista Repique

Repique 5

Posición del analista y la llamada transferencia negativa

Andrea Mattiazzo

La cosa vale la pena decirse, pues habilita al campo del inconsciente a tomar asiento, diremos, en el lugar de analista, entendámoslo literalmente: en su sillón.
(Lacan, Escritos 2, p. 801)[1].

Este trabajo surge del recorrido realizado éste año tanto en el SFL, como en el Curso Introductorio que se dictó en Colonia del Sacramento y de cuyo funcionamiento en cuanto a la transferencia de trabajo estoy muy satisfecha, ya que invita a continuar lo iniciado.

En dichas instancias de trabajo surge de forma recurrente la pregunta por el lugar del analista ¿Cuál es la posición del analista en un análisis?

Freud en su conferencia n° 16 de Introducción al Psicoanálisis, específicamente nombrada; Psicoanálisis y Psiquiatría[2], divide las aguas entre una práctica y otra situando varios aspectos. En primer término que dentro del campo de las neurosis es a él a quién le corresponde hablar, dada su experiencia, para luego plantear que lo que el psicoanalista sostiene es una creencia en la “acción sintomática” del paciente, para ir más allá de ella, entendiendo que conlleva un sentido. Sin dudas se refiere a la creencia en el inconsciente.

¿La posición del analista es la de quién sostiene la posición del inconsciente?

Lacan en el Seminario 11 retorna a Freud planteando que el psicoanálisis es una praxis, un tratamiento de lo real por lo simbólico, una praxis no se sostiene sino por sus practicantes. Recogemos de su Escrito Posición del inconsciente, contemporáneo a dicho seminario lo siguiente:

… los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente, puesto que constituyen aquello a lo que éste se dirige. No podemos dejar de incluir nuestro discurso sobre el inconsciente en la tesis misma que enuncia, que la presencia del inconsciente… ha de buscarse en todo discurso en su enunciación.

El sujeto mismo del pretendiente a sostener esa presencia, el analista, debe en ésta hipótesis… ser informado y “puesto en tela de juicio”, o sea: experimentarse sometido a la escisión significante. (Lacan, 2018, 793).

¿Qué quiere decir que los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente? Ni más ni menos que la transferencia misma da cuento de ello, el analista es llamado a ocupar el lugar del objeto causa de deseo, en primera instancia objeto de amor, el amor que supone un lugar de saber al analista al cual dirigirse. Hasta aquí todo muy bien, pero quienes trabajamos en la clínica podemos dar cuenta de cómo emergen dificultades, detenciones; la llamada transferencia negativa.

El inconsciente ha de hallarse en la enunciación y no en el enunciado, dice Lacan por lo cual; analista que habla es captado en su enunciación, este es su pago. Por ello debe estar advertido (ser informado) de su escisión significante. Es en este punto dónde Lacan se desprende de Freud, porque la estructura y funcionamiento propio del inconsciente implica que no todo es significante. Apertura del inconsciente es un continum con su cierre, por lo cual podemos pensar el inconsciente como borde. El silencio del sujeto reclinado en el diván, indica la presencia del analista encarnando el objeto a en su dimensión de real.

Miller nos brinda un hermoso seminario nominado La transferencia negativa, acerca de la política de la transferencia, el mismo tuvo lugar en Madrid en el año 1998. Comienza señalando que el propio Lacan sitúo que la transferencia negativa es el nudo inaugural del drama analítico en su texto La agresividad en psicoanálisis.

El analizante entra situado como falta en ser, esto se produce mediante la histerización del discurso y la producción del síntoma analítico, el analista haciendo semblante de objeto agalmático queda colmado de ser, dirá Miller, su contraparte es el odio.

El analista debe estar advertido de su escisión significante, sabe que esto no es ni más ni menos que su posición dentro de los desarreglos libidinales del sujeto, donde debe operar. Me interesa puntualizar que cuando se sitúa el asunto en la polarización hacia la transferencia negativa tomada por sí sola, se trata tanto para Lacan como para Miller de un no saber hacer del lado del analista, podemos decir un no poder estarse en su posición; citando a Miller “Pienso que cuando se desencadena la transferencia negativa uno no puede dejar de preguntarse si ha cometido un error” (Miller, 1998, 65)[3].

Odionamoramiento: ambas transferencias no son más que una; la transferencia, en toda su complejidad un continum como una banda de moebius. Miller dirá que la transferencia como amor cuanto más se desliza más se intensifica la certeza erótica (Miller, 1998, 82), hemos mencionado a lo largo de este mes de trabajo que mientras los análisis transitan por la vía puramente significante son interminables, entones la vertiente agresiva con sus detenciones es deseable.

El inconsciente pulsatil en su cara real debe emerger, allí se encuentra el analista encarnado desde el no-todo, alguien que opera marcado por un deseo de saber, sabiendo que no se sabe, dispuesto a habilitar la operación de separación del sujeto, el odio como pasión apunta al deseo de saber y la caída del Otro, sostengo lo planteado el analista como posición del inconsciente operando como pequeño a en su vertiente real debería posicionarse como borde, ni dentro, ni fuera. Su herramienta será la interpretación, ya no por la vía del significante.

Concluyo éste recorrido por ahora y recomiendo fervientemente la lectura de los textos citados, ya que es imposible la transmisión deseada y cito a Indart en su artículo “”un dios dentro de uno mismo”; El psicoanalista es aquel a quien entusiasma su intervención en lo real y vital en la desolación del ser hablante. Y saber más sobre eso, lo que equivale a desear transmitirlo[4].

NOTAS

  1. Lacan, J. (1966) Escritos 2. (2018) 2da Buenos Aires. Ed. Siglo XXI Editores.
  2. Freud, S. (1916-1917). Conferencias de introducción al psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  3. Miller, J. A (1998). La transferencia negativa. Madrid. Tres haches.
  4. Indart, J. C. (2019) La ciudad analítica, Año 2 (n° 2). P. 34 – 37.