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Revista Repique

Repique 5

El guasón: de objeto de desecho a antihéroe popular

Maria Victoria Mila

Mi interés por esta película surge a partir de una de las tantas reseñas que leí de la misma, donde se cuestionaba: ¿a quién aplaudimos cuando aplaudimos a la pantalla? - En la actualidad, el consumo de series y películas donde los protagonistas son los llamados antihéroes, se ha intensificado; la figura del héroe clásico: inalcanzable y provisto de una intachable moral, que viene a impartir la ley; deja paso a figuras como Deadpool, Walter White y el Guasón, personajes asociados a un mundo más actual donde se desdibujan los límites entre el bien y el mal. Estos personajes, realizarán actos que son catalogados como heroicos por el público, pero mediante métodos y/o con intenciones cuestionables, ya que imparten sus propios códigos personales, mientras que permanecen indiferentes hacia las normas sociales establecidas.

Resulta ineludible remarcar que el Joker, como se titula originalmente esta película, ha causado una conmoción entre los espectadores; solo en Uruguay acudieron 18 mil personas a verla durante la semana de estreno, y más allá de los aplausos (o porque no, sensaciones encontradas que quedan resonando días después de verla), es interesante desde el psicoanálisis de orientación lacaniana reflexionar sobre los significantes de la época que en ella se ponen en juego

En mi caso, el Joker me llevó a cuestionarme sobre lo que atestiguamos a nivel social en la película, por tanto me remito a hablar sobre los ciudadanos de ciudad Gótica, un lugar donde frente al “malestar en la cultura” como decía Freud; se han desatados las pasiones del alma” como designaba Lacan- de las cuales “el odio, la cólera y la indignación” serán a las que se hará referencia (como se hizo el año pasado en el IX ENAPOL), y donde atestiguamos algunas de las consecuencias de “el Otro que no existe” como refieren Miller y Laurent; puestos estos textos a punto con el contexto ochentoso del guión y de las imágenes de las cuales se sirve la película; y a la luz de la realidad actual, donde también me cuestiono, fuera de la pantalla ¿que nos produce a nosotros esta ficción?

El director Todd Phillips nos presenta la historia original de Arthur Fleck: un aspirante a comediante, que trabaja como payaso de alquiler para una agencia de entretenimiento. Ya desde las primeras escenas, vemos a alguien tratando de hacer lo posible para vivir una vida digna y cumplir el propósito que su postrada madre le impone “llevar alegría al mundo” (Phillips, 2019), su traje verde, rojo y amarillo; y su rara condición de reírse cuando está ansioso o temeroso, lo separan de sus semejantes; Arthur es golpeado y humillado continuamente. El odio, como deseo de muerte hacia el otro (el rival, el extranjero) es una de las pasiones desatadas ya desde las primeras escenas y se repite en reiteradas ocasiones siempre que el personaje vista el disfraz; en el espectador surge la empatía por Arthur.

Vemos una ciudad Gótica caótica: una huelga del departamento de sanidad evita que las calles estén limpias, los servicios de salud se desbaratan, y toda la estructura que ayuda a los que lo necesitan parece derrumbarse. Los tonos grises y caqui de la imagen desdibujan a Arthur cuando este no está vestido de payaso; se pierde en ella y viaja encorvado por sus largas escalinatas, como si el peso del mundo cayera sobre él. Es un mundo donde la consistencia del Otro se desvanece también. En épocas de Freud esa consistencia se aseguraba con la castración, porque para instalar un conjunto de valores, el sacrificio de los impulsos y las sustituciones parciales eran necesarios; en la postmodernidad de la que Miller habla, triunfa el imperativo de goce por sobre los ideales, La promoción del goce por el mercado opera a expensas de amo moderno, Lacan caracterizaba la contemporaneidad por el “...ascenso al cenit social del objeto pequeño (a), inherente a la lógica capitalista, que genera una producción extensiva, por lo tanto insaciable, del plus de gozar...” (Lacan, 2012, p.540). Si bien en la época donde Freud escribió “El malestar en la cultura” el discurso del amo llevaba al sujeto a reprimir, inhibir o renunciar al goce en pos de los ideales sociales, hoy según Miller, se lo convoca a liberarlo. El significante amo contemporáneo, convierte al sujeto en un consumidor o incluso en un objeto mismo; en este caso un objeto de desecho, al que nadie parece comprender, solo está a la espera de que alguien le demuestre lo contrario.

Aparecen dos personajes claves en la película: Murray y Sophie, aportando nuevas significaciones: el amor de una mujer y el de un padre que él no tuvo, pero con el que alucina, sentimientos hasta entonces para él desconocidos. La alucinación es su forma de procurarse una nueva realidad; el personaje fantasea con que la chica lo note, bailoteando con un arma que le entrega un colega, antes de que se le escape un tiro mientras mira su reflejo en la ventana y de fondo se escucha una canción: “el mundo está en un lío, con política de impuestos y gente afilando hachas, no hay felicidad…el futuro no me preocupa si solo yo puedo entenderme”; pronto entre los chistes que no divierten y la tensión creciente a partir de su despido, se produce una de las escenas de mayor tensión: mata a tres empresarios en un subte, y su personalidad escindida se revela- el Joker, hará consistir a Arthur- el cual comenzará a hacerse notar

A partir del tiroteo la ciudad se descontrola aún más y aparece otro personaje clave: Thomas Wayne, cuando “el nombre del padre” falla en imponer su ley, el acaudalado aspirante a alcalde intentara poner límites a las distintas formas de goce desmedido; “quienes no han hecho nada con su vida serán vistos como meros payasos" (Phillips, 2019), contradictoriamente su figura es la del propio capitalismo, genera tanto en la ciudad como en el espectador la ira.

La figura de Wayne podríamos decir es lo que Marita Hamann (integrante de la biblioteca Freudiana de Lima) ha denominado: ‘sujeto plusmoderno’, es aquel que cree en el plus del goce sostenido en el discurso “...fundamentalista y consumista...” (2006), además de negar el falo, generando una perturbación del real; este sujeto tiene otra forma de hacer lazo social, donde antepone una ética que responde a un “yo ideal” y procura mantener sus pérdidas al mínimo, aceptando así las dinámicas perversas del mundo contemporáneo. Vernos reflejado en este espejo nos genera rechazo. Así, los ‘payasos’ disfrazan sus rostros para protestar fuera del lujoso teatro donde la película ‘tiempos modernos’ y el desopilante vagabundo que la protagoniza generan carcajadas. A modo de comparación esta película refleja a la perfección el hombre como objeto, máquina humana que produce para los más pudientes

Así como la cultura genera un malestar inherente, también existe un empuje perverso inherente a nuestra época, en la lucha de poderes entre pobres y ricos que se ve en la película, se busca destruir al otro, al rival que les arrebató el objeto deseado (puesto que viven en el lujo de sus mansiones enrejadas, mientras las ratas gigantes devoran todo en la ciudad, y los medios bromean al respecto); pero esa destrucción refleja también una vuelta a las pulsiones de la horda primitiva como podemos verlo en ‘Tótem y Tabú’

El odio irá en aumento, para todos los protagonistas: Arthur descubre que fue engañado por su madre, su padre le rechaza y Murray, a quien admira, lo humilla públicamente. Se desata la cólera, irrupción de lo Real cuando la trama simbólica falla; la violencia se manifiesta con incendios, hurtos y asesinatos. El joker baja las escaleras bailando, sabiendo que por fin comprende su cometido en la vida, la cual “no es una tragedia sino una comedia”, ha puesto en práctica una especie de código con el cual elimina a aquellos que lo han denigrado, esta parece ser la única certeza ante la incertidumbre que se vive en las calles.

Entre la búsqueda del padre ideal y el odio hacia el Otro primordial que abandonó al sujeto hacia su desamparo, la naturaleza de goce del sujeto se materializa, como dice Laurent, en frases como: “no me digas cual es la ley sino quien es el juez” (Hamann, 2013), evidenciando que aún permanece algo de la castración simbólica, para los ciudadanos de Gótica no es posible que se instale ninguna ley por parte de quienes han fallado, puesto que tampoco les permitiría gozar del caos

Finalmente se produce la muerte del padre: Arthur mata a Murray en televisión, y un ciudadano mata a Wayne en las calles, y ese caos reina, los ciudadanos están eufóricos. Pero también hay una búsqueda un ideal o bien común, bastante terrorífica, que se escenifica en ese Joker al que la ciudad ‘rescata’ de la ley que aún está impuesta, destruyen un patrullero para liberar al Joker y vitorearlo; el héroe - o en este caso el antihéroe- puede ser quien se muestre como amo del goce del otro; luego lo vemos sumido en su delirio de nuevo en el manicomio, una forma de restitución del equilibrio.

En el espectador deviene la angustia; Laurent ubica esa angustia que provoca la trayectoria del ascenso del objeto ‘a’ hacia la primera guerra mundial, cuando el hombre es confrontado con la finitud de su existencia, podríamos hacer aquí un paralelismo actual con el cambio de paradigma que experimentamos después de los atentados del 9/11. Lo que nos angustia como seres en este tiempo en nuestro mundo, es que el significante amo del “mercado común” también ha caído, nada ni nadie nos ofrece garantías. Como vemos en la película, ambientada en un Nueva York de finales de los 70’, épocas en que Lacan se refería a los “significantes amo, los significantes uno, que fueron quedando mal parados”, y confrontaron a la civilización con una crisis, “...un no todo...” (Laurent) compatible con el caos de la incertidumbre, esto es también un fiel reflejo de la época actual

Ese “sinthome” de nuestra cultura postmoderna, tiene que ver con los afectos que la película despierta en el espectador; ¿Qué pasión busca realmente provocarnos? ¿es una crítica a la sociedad capitalista actual, o un mero reflejo que nos advierte lo que somos capaces de producir?;¿es el guasón una víctima o un producto de la sociedad?; ¿cuántos guasones hay allá afuera?; ciertamente salimos de las salas con más incertidumbres que certezas; y más importante aún, si acudimos a una crisis de nuestra civilización donde el Otro, el nombre del padre y los ideales son ficticios: ¿qué es lo real?; si el semblante como decía Miller es “...lo que nos hace creer algo allí donde no lo hay...”(2002, Pág. 17), lo Real no puede definirse puesto que queda por fuera. En este contexto, si la ética responde a un ‘yo ideal’ y el narcisismo está en ascenso, si impera la frase: “...si no existe el Otro, entonces existo yo” (Hamann, 2013), Laurent nos da unas directivas: ”... la angustia empuja a re-hacer el todo…”, en una situación en donde el sujeto ya no cree más en el significante uno, hacer al Otro como todo sin garantías de goce; el psicoanálisis no debe buscar alivianar el sufrimiento en relación con el ideal, sino poner los límites que le permitan al sujeto no ceder ante la obligación superyoica de gozar y angustiarse si no lo hace como debería, y además, el sujeto debe soportar la inconsistencia del Otro.

BIBLIOGRAFÍA