Tel. +59 8 2900 9464 [email protected] Río Negro 1354 - Of. 40, Montevideo, Uruguay

Revista Repique

Repique 6

La adolescencia: un tiempo instituyente

Florencia Fernández

Para dar inicio a este escrito será necesario precisar a qué le llamamos adolescencia: ella puede ser definida como un quiebre en una continuidad, como un despertar frente al adormecimiento de un tiempo anterior: la latencia.

Este despertar ocurre en lo real del cuerpo en dos sentidos: la metamorfosis corporal y lo pulsional que se presentifica de un modo inequívoco y original. El cuerpo con sus caracteres secundarios y su capacidad reproductora obtiene otro estatuto: el cuerpo infantil deviene nuevo y sexualizado e irá en la búsqueda de otro cuerpo.

Sucede que frente a este intento de encuentro se produce como resultado un efecto que difiere del buscado. Como saldo entre lo buscado y lo encontrado se obtiene una diferencia y con ella se verifica el desencuentro estructural.

A partir de allí podremos situar síntomas que den respuesta a estos desencuentros en la adolescencia, síntomas actuales que deberemos diferenciar de los actings.

En este pasaje la apuesta desde el psicoanálisis estará dirigida a acompañar al sujeto orientados por su síntoma en este momento más que crucial en la consolidación del fantasma.

La adolescencia entonces es un tiempo lógico, ello significa que sucederá en cada sujeto de manera singular . Es una instancia en la cual se produce una desestabilización que lleva a la caída de los ideales y de las identificaciones: los modelos que funcionaban en la niñez ya no dan respuesta. Momento de pérdida aunque también de adquisición, en el que es necesario que algo no esté, para que surja lo novedoso. Por lo tanto de lo que se tratará en este pasaje será de la construcción de un nuevo paradigma para este sujeto, devenido adolescente.

Algunos analistas sitúan la adolescencia como ubicada en un umbral, ese impasse en el que los títulos que están en el bolsillo tienen que aguardar todavía un poco más, ya que aún no se está listo para responder. Es entonces cuando los síntomas vienen al lugar de la respuesta de eso, aún imposible de realizar. Actos que esperan el momento justo para serlo.

¿Cuál será el lugar del analista para un sujeto en este tiempo?

En primer lugar, cuando el adolescente llega a consulta, se tratará de precisar si viene con alguna pregunta respecto de algo que le concierne, algún indicio de que hay algo que para él no marcha. Ahora bien, si nada de ello ocurre, es decir, si el adolescente es traído por sus padres y esto luego no deviene en una pregunta singular entonces nada tenemos que hacer allí: el forzamiento a la iniciación de un tratamiento es lo opuesto a un acto analítico. Por tanto, la intervención que conviene en ese caso será la de orientar la escucha a la pareja parental .En ocasiones, del trabajo con los padres y de los movimientos que este propicie, surge la demanda de un espacio que parte del sujeto, en otras, ni siquiera llega a ser necesario.

Para finalizar creo que trabajo con los adolescentes nos invita a poner en acto el deseo del analista y su ética. Esto es: en la medida que haya una demanda, generar las condiciones para que ese análisis advenga, pero en la medida en que eso no ocurra, no forzar su existencia.

BIBLIOGRAFÍA