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Revista Repique

Repique #7

Los niños pueden escribir lo que leen

La Interpretación analítica: del sentido al sinsentido
GLM Maldonado Grupo Introducción Clínica con Niños
Micaela Caballero, Tania Martinelli, Emaluna Gallo
Coordinadoras Sofia Muñoz - Ma. Fernanda Martínez

Una niña de la época actual

En acuerdo con los conceptos desarrollados por Liliana Cazenave: "El niño Freudiano no es inocente como lo plantea Rousseau, sino un perverso polimorfo; y la infancia no es una época dorada y feliz, sino un período traumático que despierta tempestuosos afectos".(Cazenave, pág.29, 2020).

Siguiendo con lo expresado por la autora, …"el niño posmoderno de hoy, ya nace en un mundo que no está estructurado en el a priori del amor del padre". (Cazenave, 2020, pág 29).

Por consiguiente, el presente caso clínico que compartiremos a continuación, evidencia, algunas de las posibles manifestaciones de la época en relación a la sexualidad, las cuales consideramos novedosas, actuales e interpelantes para la clínica con niños, que merecen ser problematizadas.

¿Desde qué lugar debemos posicionarnos en la clínica a la hora de abordar la niñez de la época?

Cazenave en su último libro ¿Qué plantea el niño al psicoanálisis? expresa que: "El niño actual dispone menos de lo simbólico y por lo tanto tiene menor posibilidad de represión, de metáfora y metonimia para metabolizar el goce..." (Cazenave, 2020, pág. 32).

El presente caso clínico pone de manifiesto lo desarrollado por la autora, que, "...no es por la vía de la supresión del tema por parte de los adultos, ni por la mostración pornográfica que el niño va a resolverlo. Es solamente por medio de la invención del fantasma a partir de las teorías sexuales infantiles, que se puede tratar el goce." (Cazenave, 2020, pág. 32).

En el texto "Interpretar al niño" Miller nos brinda ciertas coordenadas para pensar nuestra práctica. Sitúa, "Cuando se trata de niños, es el analista el que es un instrumento. Deberíamos decir: "el niño con el analista". Pero, justamente, ese no parece un muy buen título, porque no sería verdaderamente claro ni contundente. El analista es un instrumento, ciertamente, pero cuando se trata de niños, es también allí que se retrocede. Esto es lo que hace la diferencia del análisis con el niño, es que se sirve de él menos que el adulto. El analista es menos instrumento, está obligado a tomar iniciativas. Esto, por otra parte, va muy bien con el concepto de instrumento, porque estamos rodeados de instrumentos que toman iniciativas. Tan pronto cómo ustedes ponen el GPS, enseguida les da órdenes"

El caso clínico con el que trabajamos fue el de Miranda, una niña de 5 años que vive con ambos padres, quienes se presentan como padres presentes y afectuosos.

Como motivo de consulta manifiesto expresan inquietud por los cambios que están aconteciendo en la familia. La madre se encuentra transitando un embarazo de 7 meses. Embarazo que en palabra de ellos fue deseado por la niña, pero ante el hecho, ha generado actitudes ambivalentes con respecto a la posibilidad de tener un hermano; "no estoy preparada para esto" expresa Miranda, haciendo referencia a su nuevo rol de hermana mayor.

A su vez, manifiestan preocupación, sobre todo la madre, por situaciones ocurridas en relación a la sexualidad de su hija y la irrupción de conductas sexuales con niños de su edad, que no serían acordes.

Desde el inicio Miranda se muestra como una niña dispuesta a trabajar, con una actitud activa en la consulta y se observan las reiteradas maniobras que realiza para captar la atención de la analista, sobre todo demandando su mirada.

Es a través de la posición en la que se ubica la analista y en consecuencia de sus interpretaciones que Miranda encuentra un discurso diferente al del Otro parental, movimiento que da lugar a preguntas.

En las sesiones se aprecia desde el inicio cuestionamientos constantes con respecto al lugar que ocupa en el espacio terapeútico, expresando interés en saber si concurren otros niños allí, ubicando de esta manera la estofa de una escena: ser la única.

Instante de ver

Durante el primer mes y medio del análisis surgieron diversos juegos cuyo núcleo común era no ver: jugar de ojos cerrados, en los cuales Miranda utiliza la vía del engaño a través de la trampa. Hecho que perduró hasta que la analista interviene perturbando el juego, utilizando la misma estrategia de engaño. Esto generó un inmediato desinterés de Miranda sobre el juego de ver sin ser vista, de mirar cuando no se puede, es decir, transgrediendo las reglas. Como consecuencia se observa la intención de mostrarse un paso adelante, respondiendo ante la intervención con un "ya sabía yo que me hacías trampa".

El automaton de la repetición que sigue la lógica de trampas y engaños, denuncia una presunta conflictiva que subyace la dinámica familiar.

A partir de éste momento se produce un nuevo tiempo en el análisis. En tanto la analista hacía sus maniobras-algunas calculadas, otras no-, la transferencia fue tomando otro estatuto, del pasaje de lo imaginario con pregnancia de lo especular, a la transferencia simbólica, donde a través de diferentes preguntas acerca de la exclusividad del espacio, produce un sueño en transferencia que trae al análisis. El sueño expresa el sufrimiento que le genera la idea de llegar a la consulta y que estuviese otro niño en su lugar. "Soñé que había un niño acá y yo tocaba el timbre para venir, y tu pensaste que era la mamá que venía a buscarlo". Ubicamos de esta forma, que en este sueño transferencial sitúa lo singular de su conflictiva, perder la exclusividad de la mirada.

Avanzado el proceso de análisis los juegos con ojos cerrados cesaron y se incrementaron los juegos simbólicos, donde comenzó a desplegar otros aspectos de su conflictiva a través de instancias lúdicas con muñecos que representaban escenas sexuales con contenido repetitivo.

Tiempo de comprender

Simultáneamente al cese de los juegos de ver o no ver, comenzó el de la producción escrita. Realizaba dibujos con aparente "sin sentido" (en palabras de la paciente), letras sueltas y nombres, concluyendo con la incorporación de su diario íntimo al espacio, con la intención de que este fuera visto por la analista.

De esta manera, y de forma muy sigilosa, opera el Deseo del Analista quien con sus intervenciones introduce un efecto de corte en la díada materna. Miranda consiente la presencia de un tercero.

A la luz de los conocimientos teóricos, sabemos que el análisis con niños despliega dos tipos de transferencia, como menciona M. Dominguez, por un lado la transferencia de los padres al analista y por otro la del niño propiamente dicho (2011). Lo cual requiere de flexibilidad para maniobrar con ambas.

En este tiempo de análisis comienzan a surgir preguntas sobre el lugar del padre, quejas paternas, además de las propias preguntas de la niña.

Estas nuevas preguntas que la madre dirige a la analista, "¿qué hacemos con el padre? ¿qué hacemos con Miranda? permiten la instalación del sujeto supuesto saber en transferencia, emergiendo con eso, la división subjetiva y sufrimiento parental.

Recordemos que interpretar al niño es interpretar a los padres: interpretar eso que traen del niño que es parte de lo que aún no reconocen como propio y que está por fuera de ellos.

"Los niños pueden escribir lo que ven"

Esta frase pronunciada por Miranda en el espacio terapéutico, nos interpela a pensar no solo la incidencia del objeto escópico y cómo opera desde su propia lógica en cuanto a la demanda de "ser mirada" y de mirar más allá de lo permitido-punto de goce ubicado en la paciente-, sino también que resulta interesante problematizar desde diferentes perspectivas.

La dirección de la cura sostiene como propósito orientar el goce de Miranda hacia una construcción fantasmática, en el armado de una ficción con la que pueda responder a un goce más allá de la identificación edípica, pero no sin ella.

Es así que Miranda inventa un nuevo juego, el de "adivinar", que implicaba una manera diferente de no ver. Está vez, con ojos abiertos ella dibujaba con un lápiz en el cuerpo de la analista, quien debía adivinar y viceversa.

A la par comienzan las intervenciones en relación a la escritura, un pilar fundamental para su tratamiento, mientras continuaba con la dinámica de llevar su diario íntimo, e insistía en que la analista viera lo que allí escribía semana tras semana.

Hubo un pasaje de la escritura en el cuerpo a la pizarra. Ahora había que "adivinar" las palabras que se escribían en el pizarrón. Con este juego se empezó a dar sentido a las palabras sueltas y se crearon historias, que sin dudas aún están siendo un recurso. Las intervenciones de la analista sostenían el semblante de ver sin apresurar a dar sentido.

En este tiempo de análisis, a través de la escritura Miranda va realizando un armado de una escena sexual con posibles efectos de trauma. Un encuentro temprano de ver sin comprender. Escenas que mostraba a la analista, una y otra vez, quien no censuraba como sus padres. Cómo plantea A. Daumas en su texto "la dignidad del niño analizante", "la condición fundamental de la sesión es la falta, y ahora, al referirnos a la responsabilidad, debemos decir que, cuando implica al niño en la sesión, el analista no tiene el emblema del ideal hacia el cual dirigirlo, sino que le posibilita separarse de esos significantes que funcionan como insignias fijas y solidificadas para suplir el hecho de que el Otro no puede responder qué es él" .

En encuentros posteriores emerge el desagrado con respecto a su nombre, hecho significativo dado que implica de alguna manera su posición de goce. Comienza a decir que no le gusta, que lo odia, y se crea uno diferente que alega ser su nombre verdadero.

Ahora bien, sirviéndonos de la presentación y de lo que este caso enseña, nos surgen varias preguntas, ¿Cómo opera la interpretación del sin sentido en la clínica con niños contemporáneos?

Los niños de la actualidad en muchas ocasiones se presentan sin velos, sin los diques freudianos, empujados al goce, y desde una posición omnipotente en relación al Otro. ¿Qué posición conviene al analista frente a estos niños tomados por lo real?

A diferencia de los niños victorianos-quienes podrían ser llamados los de antes-, donde el referente del saber era el Otro, hoy aparece un corrimiento en este sentido, a partir de la caída del Nombre del padre, que si bien es posibilitador en muchos sentidos, incide en los tiempos lógicos de los niños. "...se configuran como formas de goce adictivas concernientes a los distintos circuitos pulsionales sin articulación simbólica" (Cazanave, 2020, pág. 32).

Esto se manifiesta en cierta prisa y un empuje a saber, mirar y vivenciar, cuestiones que, no siempre son acordes a la edad. Es decir, el saber ya no está en los padres o en el Otro social, sino que ellos inventan respuestas a los enigmas que van surgiendo.

Finalmente y a modo de reflexión ¿qué respuesta le conviene al analista en estos tiempos?. Sin dudas no es desde la impostura y el ideal, pero tal vez, y en algunos casos, pensar las maniobras del analista y sus intervenciones cómo función de borde y de anclaje para el goce en exceso.

REFERENCIAS

  • Alain Miller, Jacques. "Interpretar al Niño –." Psicoanalisislacaniano, 23 3 2013, https://psicoanalisislacaniano.com/jam-interpretar-al-nino-20130323/. Accessed 28 10 2021.
  • Cazanave, Liliana. ¿Qué plantea el niño al psicoanálisis? Buenos Aires, IC de BA, 2020.
  • Daumas, A. La dignidad del niño analizante. Grama Ediciones ed., 2018. Accessed 29 10 2021.
  • Factorovich, Marisa, and Marisa Domínguez. Clínica en la Infancia. Sociedad Porteña de Psicoanálisis, 2011. Accessed 28 10 2021.