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Revista Repique

Repique #7

Versiones de autor, versiones de intérprete

Santiago Ferreira

Me gustaría plantear algunas interrogantes que se me presentaron a partir de la entrevista, en torno a la díada intérprete-cantautor. ¿Existe alguna diferencia entre escuchar la música creada por un cantautor y escuchar la música que realiza un intérprete? Si la existiera, ¿Qué toca en el autor cantar sus dichos y qué toca en el oyente?

En primer lugar señalar que el intérprete de canciones nos provee de un material diferente con respecto al cantautor, pero no por su diferencia se decanta de ello un menor valor. Se aprecia un proceso de trabajo diferente. Las implicancias de estas dos experiencias en su propia diversidad conmueven de distinta manera a los sujetos que dedican su esfuerzo a enunciar las palabras y la música escritas en una obra.

En lo que respecta al intérprete, el sujeto se enfrenta a un conjunto escrito de palabras y sonidos a los cuales deberá darle vida con su particular posición subjetiva, proveyéndolo de sentidos y arreglos musicales que acompañen su singular versión de la obra.

En dirección al cantautor el proceso comienza en el vacío, en el agujero a partir del cual se empieza a bordear de sonidos y letras lo que se quiere enunciar, para luego plasmar en su forma particular de decir el esfuerzo previo de creación. Tal y como dice Balbis, retomando ese enigma que le planteaba las conversaciones con su padre sobre qué es lo que genera una obra artística, un motor de ella es el dolor: crear a partir del sufrimiento. El proceso de creación artística, que moviliza los recursos y herramientas líricas, musicales, según Balbis adquiere características específicas según los diferentes momentos de la vida del sujeto y esto condiciona las opciones estéticas que toma para darle forma y contenido. Distingue también dos modalidades que signan su proceso de escritura en donde, por un lado uno de ellos implica cierto dejarse llevar por lo que se le va ocurriendo, sin saber bien de antemano qué es lo que quiere decir precisamente, y otras veces parte de una premisa, una frase o una imagen.

Tanto para cantautor como para intérprete, hay cierto continuum de apropiación-reapropiación de la obra en cada performance que empuja al sujeto al movimiento, haciendo de la versión original un punto de encuentro sobre el cual pueden girar otras versiones. El ejercicio de expresión artística permite cierto desplazamiento de sentidos en los que el sujeto se ve enfrentado a lo ya dicho y a lo que busca decir en cada oportunidad de enunciación, movimiento dialéctico en el que la síntesis del producto musical recrea lo anterior, lo sepulta y supera a la vez.

Retomando una de las preguntas que me hacía al principio, quizás la diferencia de escuchar la música de un cantautor y la música de un intérprete es el vestigio de ese encuentro particular del sujeto-autor con el vacío y su esfuerzo de poesía para crear a partir de él; bordando sonido y palabra, convirtiéndolo en un entramado que enuncia el decir propio y lo reencontrará luego en sus oídos en la escucha del oyente, creando un lazo social a partir de su saber-hacer. Esta experiencia primaria de la que se separa una vez terminada la obra, lo convertirá luego en un intérprete cada vez que vuelva a ella desde las distintas maneras que hacen a su oficio artístico.

Para está práctica, este discurso que nos ha tomado, causado a nivel de nuestro deseo, el arte arroja luz haciendo visible ciertas particularidades en torno a la asociación libre, la posición subjetiva, la modalización de los dichos, pero también sobre el saber-hacer que el artista ilustra con su creación.

Entendemos que el primer intérprete es el inconsciente, y la interpretación analítica viene después (Miller, 2006), siendo la asociación libre "el movimiento mismo de la interpretación" (p.398). Allí en el material significante que se despliega en el discurso del analizante, la lectura atenta del analista irá hacia la localización de la posición subjetiva que marca el modo de la enunciación. De esta forma podríamos pensar al sujeto-autor de su creación como el inconsciente intérprete tal como el inconsciente del analizante interpreta en el análisis.

Miller (2006) señala que la tesis del inconsciente intérprete implica otra forma de abordar la interpretación del lado del analista. Plantea que se trata de

un modo que hace ruptura entre S1 y S2. Este modo de intervención no imita al inconsciente, sino que precisamente separa al sujeto de su modo usual de interpretar las cosas y, por lo tanto, de su modo de gozar vinculado a ese modo de interpretar. Que el analizante deje de imitar en eso al inconsciente implica que el sujeto crea un poco menos en la interpretación de su inconsciente (Miller, 2006, p.423).

Por lo tanto y a partir de esta ruptura e introducción de posibilidad de otra manera de interpretar, la potencia del acto analítico abre la oportunidad de cierto viraje en la producción de otra versión diferente, tal y como el cantautor y el intérprete se versionan cada vez que vuelven sobre una obra musical.

Eso que el artista cantautor muestra de su saber-hacer con el agujero será de algún modo un horizonte hacia el que apuntar hacia el final del análisis: un saber-hacer con los restos sintomáticos; un saber-hacer que implica cierta creación, un movimiento poiético subversivo que fuga del modo instituido del circuito pulsional en juego de cada uno.

BIBLIOGRAFÍA

  • Miller, J.-A. (2006) El inconsciente ≡ intérprete. En Introducción a la Clínica Lacaniana: Conferencias en España (pp. 395 – 428). Barcelona: RBA.