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Revista Repique

Repique #8

La clínica actual una reinvención permanente

Alejandro De Cristofano

Refiere Ricardo Seldes: "El psicoanálisis cambia, es un hecho. Otro orden simbólico, otro real. Distintos de aquellos, sobre los cuales se había establecido. Cambia de hecho en algunas de sus formas, pero no en sus principios"[1].

El discurso psicoanalítico es el lazo social determinado por la práctica del psicoanálisis. Miller en sutilezas Analíticas dirá: "El dispositivo analítico es intrínsecamente un empuje a la verdad: incluso si esta es siempre mentirosa, está en su naturaleza hacer vacilar los semblantes a su paso, los sacude, y apunta al deser, que se escribe $, a la desidentificación; es decir, el punto en que el sujeto puede probar su propia contingencia, lo que él mismo tiene de azaroso"[2].

El cuerpo es clave para situar lo que conocemos como la enorme variedad en los modos en que se localiza el goce en cada sujeto. Sobre todo, en momentos donde se intenta producir un borramiento de lo que en psicoanálisis llamamos sujeto. La clínica actual nos confronta con casos en los que, uno sabe que se trata de diagnósticos de psicosis, pero para demostrarlo hacen falta nuevos puntos de referencia. Es necesaria la última enseñanza de Lacan y las lecturas de Miller para poder demostrar si se trata de una psicosis o no. La clínica fundada sobre la escritura del nudo borromeo, produce una modificación en lo referido al lugar que se le da al Nombre Del Padre. A partir del seminario 23 con la lógica de los nudos deviene "la suplencia de un agujero, el de la relación sexual que no hay"[3]. El padre, el Edipo y el deseo son liberados del orden patriarcal. La clínica borromea, que ya no cifra sus esperanzas en la universalidad del padre, permite definir la psicosis de nuevas maneras, pudiendo ser abarcada por arreglos singulares de una gran diversidad. Joyce le permite a Lacan, argumentar la riqueza de una nueva orientación, introduce el acontecimiento de cuerpo. Primer tiempo de desanudamiento localizable en la lengua, segundo de réplica en el cual se introducen dichos fenómenos.

Interrogados por la interpretación, M. Imaz refería "Cuando se analiza el inconsciente, el sentido de la interpretación es la verdad. Cuando se analiza el parlêtre, el cuerpo hablante, el sentido de la interpretación es el goce"[4]. La clínica lacaniana del parlêtre ya no tiene sólo en cuenta el significante y sus efectos de verdad, sino el goce silencioso que encuentra su lugar de escritura en el cuerpo. Un significante como ese, que afecta al cuerpo, pertenece a lalengua que es goce. La falla de la articulación entre el inconsciente y el cuerpo constituye, por lo tanto, un enigma para cada sujeto. El psicótico crea un tormento, hasta el punto de que el cuerpo ya no se sostiene, invadido por un goce no localizado. "Lo real del inconsciente es el cuerpo hablante, cuando el orden simbólico era concebido como un saber que regula lo real y le impone su ley, la clínica estaba dominada por la oposición entre neurosis y psicosis. Ahora el orden simbólico es reconocido como un sistema de semblantes que no manda sobre lo real, sino que le está subordinado. Que responde a lo real de la relación sexual que no hay"[5]. El cuerpo al ser humano le es concebido por el lenguaje; Señala Miller "él tiene un cuerpo y no lo es"[6]. Lacan en "Joyce el Síntoma", plantea el "acontecimiento de cuerpo", lo que deviene un concepto fundamental, ya que a partir de ahí se construye una nueva definición del síntoma, ya no es un advenimiento de significación escondida que tiene que ser interpretada. "El acontecimiento de cuerpo designa acontecimientos discursivos que dejaron huella en el cuerpo, que lo perturban, esas huellas siempre presentes, singularizan el cuerpo"[7]. El concepto de corporización es de alguna manera el reverso de la significación; "Es más bien el significante que entra en el cuerpo".[8]. En relación a la tesis del delirio universal, Miller dirá: "Todos nuestros discursos sólo son defensas contra lo real"[9]. Las clases ya no se distinguen, pasan a ser modos de goce, es decir variaciones. Lacan dirá: "La psicosis no es solamente aquello con lo que el analista se confronta cuando escucha psicóticos. Es también lo que permite dejar de apostar al padre, es decir, a Dios"[10]. Lo real se convierte en un operador analítico, no engaña, se funda sobre lo que es Uno el goce. Lacan nos dejó el desafío de hacer con la contingencia de lo real. El psicoanálisis puede ser refundado siguiendo lo que nos enseña las psicosis. Las nuevas y variadas formas de goce nos obligan cada vez más a reflexionar sobre nuestros conceptos. En tiempos donde todo cambia, tenemos la posibilidad de seguir haciendo del psicoanálisis algo vivo, posición ética que conlleva la reinvención, para poder hacer con la contingencia de lo real. Señala Miller "todo anuncia que la clínica dentro de poco será algo del pasado. Somos nosotros los que tenemos que poner esta práctica al son de esta nueva era, sin amargura y sin espíritu de revancha"[11]

NOTAS

  1. Ricardo Seldes. Discurso en la presentación del Buró de la Fapol, 25 de junio de 2022
  2. J-A. Miller, Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 79
  3. J-A. Miller, Un real para el siglo XXI", en Scilicet. Buenos Aires, Grama, 2004, p. 18
  4. M. Gonzalez Imaz, Intervención durante las jornadas del GLM, noviembre 2021, inédito.
  5. J-A Miller, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, op. cit., p. 301.
  6. J. Lacan, "Joyce el síntoma", en Otros escritos, loc. Cit., p 591.
  7. J-A Miller, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, p. 373
  8. Ídem, p. 303.
  9. J-A. Miller. "Ironía", en Uno por uno, 34 (1993), p. 6.
  10. J. Lacan, el seminario, libro 23, El Sinthome, op. Cit., p. 133
  11. J-A Miller, congreso de la AMP, París, 3 de abril de 2022.