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Revista Repique

Repique #1

El enigma es la norma

Marcelo González Imaz

Hay acuerdo en que el psicótico tiene ciertas dificultades para construir lazo social. Esto siempre ha sido así. Aunque hayan cambiado la forma de concebir las psicosis y el lazo social, el psicoanálisis ha puesto en el tapete la particular manera en que el psicótico tiene que arreglárselas para construir un lazo social con las herramientas que dispone.

En este sentido en las psicosis no hablamos de síntomas sino de fenómenos elementales. La presencia de fenómenos elementales, un término rescatado por Lacan de la psiquiatría clásica francesa de principios del siglo XX, es lo que permite diagnosticar una psicosis.

Los fenómenos elementales son fenómenos psicóticos que pueden existir antes del delirio, es decir antes del desencadenamiento de la psicosis. Pueden no presentarse en la actualidad de un sujeto, pero si haber acontecido en el pasado y ser evocado alguna vez en sus recuerdos. Esto es más común de lo que se piensa, sobre todo en lo que se conoce como psicosis ordinarias. Lo importante es que su presencia sella el diagnóstico, si hay fenómeno elemental hay psicosis.

A partir del concepto de automatismo mental del psiquiatra francés De Clerembault, Lacan entiende que el fenómeno elemental se presenta como algo impuesto, el sujeto tiene una posición pasiva.

Hay diferentes tipos de fenómenos elementales: los de automatismo mental, los que conciernen al cuerpo y los que conciernen al sentido y a la verdad. Me interesa detenerme en uno de ellos, los que corresponden al sentido y a la verdad.

No se tratan de abstracciones que pueda hacer el paciente, reflexiones de tipo filosófico, sino de algo efectivo que constatamos en la clínica psicoanalítica. En este grupo están incluidos los fenómenos elementales de significación personal. Se trata de signos o señales que están en el mundo y que le están destinados al sujeto, contienen una significación que, si bien al inicio no puede precisar, lo conciernen a él.

Esta cuestión es crucial para entender lo que sucede a nivel de la significación. La primera enseñanza de Lacan está marcada por el algoritmo Significante/significado, donde el significado aparece como función del significante en una articulación causal S-- images. La relación entre los significantes producirá efectos de sentido vía sustitución metafórica o vía conexión metonímica.

Qué sucede entonces cuando en el mundo surge una señal que va dirigida al sujeto, y esa señal además, se convierte en significante, un elemento que quiere decir algo, pero que no es posible determinar su significación?

Encontramos la experiencia de lo que Lacan llamó el vacío de significación, primer tiempo de la significación personal se caracteriza por ser una experiencia enigmática, lo que Lacan llamó la perplejidad.

Hay una indeterminación de la significación, el sujeto no sabe lo que quieren decir esos signos que el mundo le dirige, pero al mismo tiempo, tiene la certeza de que quieren decir algo, algo que le concierne a él.

Surge el enigma como evidencia de la ruptura de esta articulación S --images, ya no es posible pasar del significante al significado, aparece una disyunción que denuncia la inexistencia de una relación predeterminada entre significante y significado.

Este vacío de significación no es absoluto en la medida que ha permitido reconocer esa señal, ese signo, como un significante que quiere decir algo. Esta es la base de la certeza, la base de interpretación delirante. Eso quiere decir algo y tanto más, cuanto no se sabe qué quiere decir. Miller plantea que “mientras no se ha descifrado el significante se lo preserva. Una vez descifrado, si esto es posible, comenzarán las argucias sobre la significación ¡Termina la certeza!” [1]

Hasta aquí hemos podido referirnos a la certeza sin hacer mención aun a la psicosis, lo cual nos permite plantearnos que el neurótico y el psicótico se enfrentan al mismo dilema una vez que se encuentran con un significante, ambos tienen la certeza de que eso significa algo. La diferencia sería en un segundo tiempo.

El neurótico produce formaciones del inconsciente que cifran el sentido de los significantes, lo ocultan bajo la represión. La suposición de un sentido y la formulación de la pregunta qué quiere decir esto se presentan al inicio del análisis. Esta creencia habilita el desarrollo de una dialéctica, permite transitar por diferentes momentos respecto al agotamiento de los sentidos capaces de ser portados por un significante.

El psicótico en cambio, se ubica del lado del fenómeno elemental y como consecuencia la respuesta del psicótico sigue siendo desde la certeza. Es lo que en psiquiatría se llama fenómenos intuitivos. Nominación que Lacan descartó y optó por llamarlo “significación de significación” [2]. En este punto el enigma desaparece. El goce invasivo, deslocalizado y enigmático es tratado mediante el delirio que permite localizar el goce. El delirio logra darle una significación a esa invasión de goce y se produce así un pasaje del goce al significante. Eso que era una señal que quería decir algo y que, aún sin saber qué, concernía al sujeto, ahora es interpretado de manera delirante y finalmente tiene una significación. De esta manera se reestablece el orden del mundo y se produce un efecto que apacigua al psicótico.

Lacan, en el análisis de Schreber, ratifica que en las psicosis, el tratamiento tiene que ver con la posibilidad de construir una nominación. “Ser la mujer de Dios” es el nombre que logra hacerse Schreber. Lacan sostiene que es la forma en que puede nombrar el goce, un “goce transexual”, que articular lo imaginario - la imagen del propio cuerpo- y lo simbólico - certeza de “ser la mujer de Dios”.

Si nos trasladamos a la última enseñanza de Lacan, nos encontramos con su afirmación de 1978: “Todo el mundo es loco, es decir, es delirante." [3]

Partimos, junto al primer Lacan, del vacío enigmático de significación [4]. Es necesario volver a este concepto desde la última enseñanza de Lacan para señalar que en su elaboración de los cuatro discursos, específicamente en el discurso analítico, ya encontramos la no relación entre S1 y S2 (S1//S2).

Esto quiere decir que S2 es el significante que le da sentido a un signo, a una señal preexistente, que está por fuera del sentido. En esta línea se justifica la idea de que todo saber es un delirio.

A partir de esta frase de Lacan de 1978, Miller afirma que “La vida no tiene ningún sentido. Producir sentido es ya delirante.”[5]

En este escenario donde el enigma es la norma, donde todos somos delirantes, donde se vuelve necesario revisar las psicosis pero también las neurosis, cabe preguntarnos:

¿Cómo se las arregla el analista?

Ser analista, ha dicho Miller, es saber que la propia construcción fantasmática que ordena y da sentido al propio mundo es delirante. Intentar abandonarlo es nuestro punto de partida para poder captar la manera singular e insólita que tiene cada paciente de dar sentido a la vida. [6]

Será el propio análisis es que podrá conducir al analista a sus propios sinsentidos y a desinvestir, no a eliminar, las construcción fantasmática que emprendió para dar sentido al más absoluto de los sinsentidos, ese que el psicoanálisis ha nombrado como trauma.

Finalmente entonces, tanto en la psicosis como en la neurosis, el goce se presenta de forma enigmática a la que cada uno deberá construirle un sentido.

En las psicosis clásicas, además, el goce se hace presente de modo invasivo y deslocalizado. Como analistas debemos facilitar la conversación con el psicótico para permitir que algo de su sufrimiento pase por la palabra, que se logre traducir algo del goce invasivo y enigmático, para poder construir un nombre y encontrar una nueva forma de decir sobre el goce. Se trata, en definitiva, de trabajar sobre lo innombrable del goce, para producir una posibilidad de nombrar lo que excede a toda significación, sin desencadenar un delirio.

Las psicosis ordinarias presentan el funcionamiento del S1 solo, sin el S2, un funcionamiento que muestra la pareja significante/goce, S1-a, el componente de goce que tiene todo significante. La clínica de los nudos permite pensar las psicosis ordinarias como psicosis que se manifiestan de manera discreta, es decir como desenganches y enganches de las tres consistencias RSI. Estos movimientos podemos definirlos como ciertos cambios que no llegan a ser desencadenamientos clásicos, donde hay ruptura y construcción delirante. Los desenganches por el contrario, logran mantener un movimiento de discontinuidad y continuidad sin ruidosas rupturas.

Desde esta perspectiva, como ha propuesto Laurent [7], en las psicosis ordinarias la orientación de la cura consiste más bien en privilegiar el capitón, la escansión, las pequeñas rupturas, para evitar los surgimientos erráticos de lo real y que el sujeto deba enfrentarse a la necesidad de emprender una gran construcción delirante.

NOTAS

  1. Miller, J-A. (2005). De la sorpresa al enigma. En Los inclasificables de la clínica psicoanalítica. (2ª reimpresión) (p.22). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
  2. Lacan, J. (1991). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. En: Escritos 2. (16ª Ed) (p. 520). México DF, México: Siglo Veintiuno editores.
  3. Miller, J-A. (2015). Todo el mundo es loco. (1ª edición) (pp. 308-309). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
  4. Lacan, J. Op. cit.
  5. Miller, J-A. (2008). El efecto retorno en la psicosis ordinarias. Recuperado de: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/015/template.php?file=arts/Al cances/Efecto-retorno-sobre-la-psicosis-ordinaria.html
  6. Miller, J-A. (2008). Op. cit.
  7. Laurent, E. (2010). Las psicosis ordinarias. En ¿Cómo se enseña la clínica? Cuadernos del ICBA, No. 13. p. 90. Buenos Aires, Argentina: Instituto Clínico de Buenos Aires.