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Revista Repique

Repique #2

El método psicoanalítico en tiempos de empuje a la victimización

Ma. Fernanda Martínez Lara

Hablar del método es hablar de ética en psicoanálisis. Siguiendo los aportes de J.A. Miller, “las cuestiones técnicas son siempre cuestiones éticas, y es por una razón muy precisa: porque nos dirigimos al sujeto” [1]. Ese sujeto como “caja vacía” que “encarna el lugar de su propia ignorancia” [2]. Sujeto del inconsciente, de la palabra, tan móvil como los efectos de sentido. Por lo tanto, ante el sujeto del inconsciente no hay patrones estandarizados de hacer análisis, pero si principios. Dichos principios se enmarcan en un discurso: el método psicoanalítico.

Desde la etimología, el termino método proviene del griego methodos, que significa camino o vía, el medio que se utiliza para llegar a un fin, el camino que nos conduce a un lugar.

Ya Freud nos orientaba en ese camino en “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” (1912), donde propone desde su experiencia clínica, una serie de reglas técnicas que sirven para ir bordeando la posición del analista en el dispositivo analítico, dejando en claro que no son recetas ni dogmas, sino técnicas de trabajo que cada uno deberá poner a prueba en la singularidad del caso. Y esto es una posición ética.

En 1954, Lacan dicta el seminario Los escritos técnicos de Freud, (1981). En este retorno a Freud, Lacan resalta que sus escritos Freud trababa el método psicoanalítico, planteaba las reglas técnicas como instrumentos, reglas orientadoras, que cada analista utilizara de manera diferente en cuanto a la singularidad del caso. Y si para Freud el método psicoanalítico era un método de investigación, terapéutico y de construcción de conocimiento, para Lacan, no dejara de serlo, pero pondrá el énfasis en que el psicoanálisis es la cura que se espera del psicoanalista, poniendo el acento en la experiencia clínica. Así Lacan introduce una orientación propia, pero siempre articulada a los postulados freudianos.

Desde esa orientación, en Introducción al método psicoanalítico, (1997) J.A. Miller organiza y propone con referencia a la metodología, tres niveles en la práctica analítica, a los cuales les corresponde independencia uno del otro.

La Avaluación Clínica, que se refiere a ese ese primer nivel donde el paciente pide ser admitido. El candidato a paciente se presenta avalando su síntoma, y el analista, al autorizar la auto-avaluación (en tanto aval), ya está en posición de analista.

La Localización Subjetiva o Rectificación. Que apunta a separar la dimensión del hecho para entrar en la dimensión del dicho. Cuestionar la posición que toma con relación a sus propios dichos, y a partir de esos dichos, localizar el decir del sujeto, qué posición toma respecto a lo enunciado. Su responsabilidad subjetiva.

Y por último, la Introducción al Inconsciente, que implica que a partir de esa localización subjetiva, se introduce al sujeto en el inconsciente. Una operación que no es sin la transferencia y la posición del analista.

Estos tres niveles dan cuenta de una técnica, de un método inaugural del acto analítico y pertenecen a las entrevistas preliminares. Ya Freud nos señalaba el camino cuando plateaba una serie de indicaciones relativas a la selección de pacientes. No les llamaba entrevistas preliminares sino “ensayo previo”, pero hacía hincapié que ese ensayo previo, ya constituye la iniciación del análisis.

Un ensayo que permite ir estructurando el análisis mientras aparece la demanda, más allá de la queja inicial. Esta dirección del paciente al encuentro con el inconsciente constituye una rectificación subjetiva, que apunta a transformar a la persona que vino en un sujeto.

La iniciación del análisis ante este empuje a la victimización

Asistimos hoy a una generalización de organizaciones entorno a diferentes clases de víctimas. Víctimas de la violencia familiar, social, abusos, accidentes, delitos, del terrorismo, negligencias médicas, catástrofes naturales, conflictos armados, jefes perversos, parejas violentas, hijos agresivos, de la inseguridad, y más.

Desde el discurso cotidiano, todos podemos ser objeto víctima de algo, ser ubicados dentro de alguno de estos subgrupos según algún rasgo. El objeto victima ha desplazado al sujeto singular por el de grupos o comunidades unidos por rasgos de identificación ante el Otro social y jurídico.

Así, el significante victima que ofrece la sociedad, permite a muchos sujetos tener un nombre, ocupar un lugar. Sin embargo bajo la nominación víctima, se pierde la singularidad dentro de un universal: todos iguales. Una de las consecuencias de este empuje a la victimización, es la desreponsabilizacion generalizada.

La idea de que cualquiera puede ser víctima de algo, en cualquier momento y todo el tiempo, nos ubica pasivamente como objeto de goce de un Otro que nos atrapa sin escapatoria, y ante esto solo queda la queja. Algo, que para muchos puede convertirse en forma de identidad, y en permanente búsqueda de reparación y denuncias. Pero sin ninguna pregunta sobre la responsabilidad del sujeto.

Como psicoanalistas no desconocemos el sufrimiento humano, especialmente los provocados por la violencia en todas sus manifestaciones, experiencias reales sobre cuerpos, con efectos devastadores que diariamente vemos en nuestras consultas. Pero nuestra posición ética, no nos orienta hacia la situación por la cual el sujeto paso, sino en cómo se ubica desde la posición de víctima, como responde ante esos hechos.

Ante el significante víctima, cada sujeto dará una respuesta singular. La función y uso que haga del mismo será diferente. Para algunos podrá ser utilizado como una identificación que permita afrontar el agujero del trauma, para otros un uso como semblante en “hacerse la víctima”, uso que podrá esconder un goce del sujeto, incluso muchas veces desconocido por él mismo. Oros podrán hacer un uso con dignidad, y para ello es necesario dar la palabra al sujeto del lado de la responsabilidad subjetiva.

En su origen etimológico, la palabra victima proviene de la lengua latina victuma, que designaba a los seres humanos o animales vivos que habían sido elegidos para morir en sacrificios ofrecidos a los dioses.

Desde el psicoanálisis, víctima no es un concepto psicoanalítico. Para los psicoanalistas, un sujeto atraviesa una situación y toma una posición en relación al hecho vivido. No consideramos al ser como sacrificado, como objeto, sino que de lo que se trata es de acoger su singularidad.

Cuando alguien acude al psicoanalista, primer momento de la práctica analítica, puede demandar ser reconocido como un sujeto que sufre por ser víctima.

Desde nuestra orientación, operamos desde un ética que a diferencia de otros discursos jurídicos, sociales y hasta psicoterapéuticos que hegemonizan y generalizan la categoría víctima, apostamos al no hay La Victima, sino lo singular de ella y la responsabilidad del sujeto ante su posición de objeto víctima. Como lo plantea Miller, separar la dimensión del hecho para entrar en la dimensión del dicho. La localización subjetiva.

Este desvictimizar a la víctima como forma de habilitar al sujeto, apunta a “separar el eje de las identificaciones del Yo y el eje de la relación del ser hablante ante esa posición de objeto” [5], primera operación desde la orientación lacaniana “sin redoblar su victimización”[6].

J.A. Miller en su curso Donc, habla de la “afinidad estructural entre el yo y la vocación de víctima, que se deduce de la estructura general del desconocimiento”, de “la ley de la victimización inevitable del yo”[7]. Esa estructura de desconocimiento del yo, implica que el yo se cree no haber tenido la necesidad para constituirse de haber pasado por el encuentro con el otro y su palabra. El yo desconoce esto y se cree yo, goza de serlo. Forma de dominar el narcisismo. “Como sostiene Jacques Lacan, hay una cierta locura en creerse un rey, pero no está menos loco un rey que se cree rey. El no guardar una cierta distancia entre el sujeto y el ser, el no interponer el semblante, el creerse fervientemente la identificación, el tomarse la realidad demasiado en serio, tiene como consecuencia convertirse en una potencial víctima del otro. Es la ley de la ley del corazón: se termina como víctima si el sujeto se lo cree cuando ocupa tal función, ya que su destino ya está escrito allí. Esta posición donde lo que prima es la unicidad del yo termina, como afirma Lacan, en el aislamiento de la víctima y en encontrar un verdugo: “es la ley de la victimización inevitable del yo”.(8)

Nuestra estructura como sujetos, nos favorece la condición de víctima, al desconocer esa hendidura subjetiva que nos habita. Si de algo somos víctimas es de nuestro inconsciente. Y en la búsqueda de construir una identidad donde sostenernos, la oferta social de la identidad de víctima, favorece esa posición irresponsable que por estructura habita en la subjetividad. Identidad que puede llegar a asegurar un goce mortífero y de repetición de ser objeto de goce del Otro, una y otra vez.

Si el sujeto se identifica al significante víctima, y no puede simbolizar lo ocurrido, mantiene oculto el afecto producido en el cuerpo, su propio goce. Goce, no placer. Al no querer saber nada de eso, sobre lo experimentado en el acto o suceso, ese goce queda velado tras esta posición. El Otro es quien daña, sin implicarse subjetivamente en lo que le sucedió.

Darle la posibilidad el sujeto, incluso en la niñez, de encargarse de su sufrimiento, poder tomar la palabra y elegir ante lo vivido su posición tiene un efecto subjetivo, responsable y permite dignificar al sujeto.

Recordemos que para el psicoanálisis lo traumatizante es todo acontecimiento que marca una discontinuidad, un antes y un después en la vida del sujeto, generalmente acompañado de angustia. Supone siempre una contingencia, un encuentro imprevisto que puede provenir "de afuera" o "de dentro" del sujeto. Inclusive acontecimientos insignificantes pero donde el sujeto se encontró con algo inesperado, rechazado, incompresible, sin sentido, eso es lo traumatizante. Desde la perspectiva psicoanalítica, a partir Freud, sostenemos que lo traumático no necesariamente coincide con un hecho violento o trágico, y que un acto violento es un acontecimiento aterrador, pero no necesariamente es condición para que sea en sí mismo traumático. Los hechos violentos no afectan de la misma manera a todos por igual

Los que trabajamos con niños, niñas y adolescentes que vivieron situaciones de abuso sexual, sabemos que muchas veces lo traumático no coincide necesariamente con el abuso, sino con las reacciones de su entorno más cercano, con la violencia ejercida desde lo institucional en los procesos judiciales, en los ámbitos de salud, educativos o sociales.

El trauma no depende del acontecimiento. Desde que ocurre el acontecimiento traumático el sujeto decidirá si se queda en la posición de víctima, tapando el vacío producido por el trauma, o decide elaborarlo y producir algo nuevo. El psicoanálisis posibilita que el sujeto asuma una posición que le permita crear una invención, lograr un nuevo lazo, producir una pregunta sobre su goce. Para esto, en las entrevistas preliminares, la rectificación subjetiva, este responsabilizarse sobre su posición subjetiva ante el acontecimiento, no como objeto víctima del Otro, sino desde una posición dignificante como sujeto, podríamos pensarlo como un principio indispensable para la entrada en análisis.

Como analistas, siguiendo las enseñanzas de Freud y Lacan, nos situamos desde una ética en el orden de la dignificación del sujeto y el respeto por su sufrimiento. El método psicoanalítico es ese camino que nos orienta para hacer existir al sujeto, que a pesar de la situación que haya atravesado, puede dar cuenta de su existencia en el último margen de libertad que le asiste, la elección subjetiva y responsable.

NOTAS

  1. J.A.Miller, “Introducción al Método Psicoanalítico”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997, 12ª reimpresión 2017, pag.13
  2. Idem, pag. 57
  3. Jacques Lacan, Seminario 1, “Los escritos técnicos de Freud”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1975, 22ª reimpresión 2017, pagina 26
  4. Ídem, pag.27
  5. Miquel Bassols, “Victimología” http://www.europsychoanalysis.eu/victimologia-miquel-bassols
  6. Idem.
  7. J. A. Miller, Curso del 26 de Enero de 1994, publicado en Donc, La lógica de la cura. Editorial Paidós, Buenos Aires 2011, p. 120-121.
  8. Joquin Caretti; La victimización generalizada, 2015, eldiario.es

BIBLIOGRAFÍA

  • Andrea Botas; “Ser víctima y política del psicoanálisis”, Consecuencias: Revista Digital de Psicoanálisis, Arte y Pensamiento, Noviembre 2015, Edición Nro. 16
  • Jacques-Alain Miller, Curso del 26 de Enero de 1994, publicado en Donc, La lógica de la cura. Editorial Paidós, Buenos Aires 2011, pag. 120-121.
  • Jacques Alan Miller, “Introducción al Método Psicoanalítico”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997, 12ª reimpresión 2017
  • Jacques, Lacan, “Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1964
  • Jacques Lacan, Seminario 1, “Los escritos técnicos de Freud”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1975, 22ª reimpresión 2017,
  • Marcelo Barros, “El "sí" de las víctimas”, www.marcelobarros.com.ar
  • Mauricio Tarrab, La insistencia del trauma, Entrevista realizada por Viviana Berge, http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/varite/edicion/El-trauma-en-el-psicoanalisis/716/La-insistencia-del-trauma
  • Sigmund Freud, “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, 1912, Tomo XII, Editorial Amorroutu, Buenos Aires, 1991