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Revista Repique

Repique #1

Las locuras discretas-Psicosis ordinarias

Graciela Brodsky

(Parte del seminario dictado en Montevideo en junio del 2017)

Las clasificaciones que nosotros manejamos dentro del Psicoanálisis, a partir de Freud, son las clasificaciones clásicas de la psiquiatría: Neurosis y Psicosis como dos grandes campos que dividen posiciones subjetivas claramente diferenciables. También la perversión, aunque con ella siempre tenemos la dificultad práctica de que los perversos nunca consultan. No hay una clínica real de los perversos, y más bien lo que encontramos es dentro de las neurosis o dentro de las psicosis, rasgos de perversión. No negamos que existe una estructura propiamente perversa de la cual hay muy poca clínica. Especialmente a partir de Freud, quien separa todo lo que es la perversión, de lo que es la homosexualidad, una vez que se hace este despistaje, la perversión queda separada de la homosexualidad, y la perversión queda limitada a ciertas prácticas que conciernen al objeto, al fin de la pulsión, no hay una clínica que se pueda hablar de ella. No es que no haya perversos, porque proliferan, pero normalmente no consultan. En términos generales hay de todos modos una clínica, pero siempre existe la pregunta si cabe hacer de la perversión una estructura aparte, a pesar de que Freud le reconoce un mecanismo propio, o hay que pensar de qué manera la perversión se acopla a la neurosis o a la psicosis.

Freud a las categorías psiquiátricas de su época le agrega los mecanismos de negación, represión, forclusión, no forma parte de la experiencia de la psiquiatría, especialmente de la psiquiatría alemana, de la que Freud es heredero. Freud toma lo que hay y lo redefine, y Lacan toma lo que hay en Freud y lo específica, da la estructura misma que permite la división neurosis-psicosis, y con eso nos hemos orientado en nuestra clínica y en nuestra dirección de la cura.

Se abre la perspectiva de una exploración clínica diferente. Eso, por un lado, es la propia extensión de la práctica psicoanalítica que presenta casos nuevos, casos que no encajan tan bien en las categorías que teníamos pensadas.

Por otra parte, hay algo de la época, adelanto, después lo voy a tener que fundamentar mejor, pero probablemente para muchos de ustedes que han leído el Seminario 3, y han leído “La cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, los textos que sientan la doctrina de Lacan sobre la psicosis, reconocen que hay un operador con el cual Lacan funda su sistema clasificatorio que es la presencia o ausencia del Nombre del Padre, de una instancia tal que regula la distribución del goce. Hay una regulación del goce, heredero de las reflexiones freudianas sobre el complejo de Edipo. Para Freud, el padre regula el goce, el que podría perder los límites sin la operación paterna entre el niño y la madre. Freud piensa que hay un lugar para la ley que encarna el padre. Freud establece finalmente, que esa función reguladora, esa función de legislar sobre los goces, es una función que no solamente encarna el padre, que el padre la encarna en determinado momento, pero que a partir de ese momento eso se generaliza, se expande, y esa función por un lado se introyecta y es el propio sujeto el que se regula. Por otro lado, existen en la sociedad instancias e instituciones que cumplen la función esa.

Por ejemplo, Freud siempre reparte tres: el ejército, la Iglesia y la familia. Esa regulación está puesta en duda que en el tiempo que vivimos, las instancias que establecían nítidamente los ideales actuales que un sujeto tenía que identificarse y alienarse para poder entrar en la cultura, sean lo suficientemente eficaces. Entonces esa misma herramienta que para Lacan, como heredero de Freud operaba como una regulación del goce, como una delimitación de lo permitido y de lo prohibido, se aliviana, un poco como dice Bauman, es un poco más líquido. No tiene una capacidad clasificatoria tan neta como la tenía en cierto momento y eso hace que la función de regulación del goce quede un poco más suelta y eso trae consecuencias clínicas en las que, cuando las cosas estaban más establecidas había otros recursos, que ahora son recursos flojos.

El malestar de la cultura nuestra no es el malestar de la cultura freudiana, ni siquiera es el malestar de la cultura de la época de Lacan, y que no vivimos por fuera del malestar en la cultura que nos toca. Ese malestar en la cultura, es decir, lo que la cultura no consigue enmarcar, lo que la cultura no consigue poner en fila, ese malestar atañe a la clínica misma.

Hace unos años en la región de Angers en Francia, analistas se reunieron en lo que se llamó el Conciliábulo de Angers, y lo que resulta de esa reunión es la sorpresa por la proliferación de casos presentados que no se pueden catalogar netamente ni de neurosis ni de psicosis. Eso tiene un primer efecto de sorpresa. Se termina la discusión que lleva dos días, uno y medio, de (tarde, mañana y tarde) donde la cuestión diagnóstica masiva queda abierta es decir la cuestión diagnóstica entre neurosis y psicosis.

Un año después se hace en otra zona, en Arcachón, una conversación que ya se llama casos raros. Se pide a los que van a participar que elijan. Ya no es el efecto sorpresa, no es que empezamos hablando de una cosa y terminamos hablando de otra, sino que se piden casos que para los propios analistas son esos casos, los conocemos, vamos al control y tenemos ese sentimiento: no sabemos cómo clasificarlo, y se dice que vamos a esperar un poco. No está claro el diagnóstico, un poco de prudencia. Un año después volvemos a control y se sigue en el mismo punto, no está claro. Y se va acumulando la experiencia y no aparece el rasgo que permita hacer la clínica binaria a la cual estábamos acostumbrados. Entonces se solicita especialmente, traigan esos casos, los casos que no cierran y se hace una reunión sobre casos raros.

Concluye en el Conciliábulo de Antibes, donde la cuestión se invierte y terminan siendo casos frecuentes, porque los que eran los casos raros terminan siendo finalmente los casos más frecuentes, y lo raro es, “Tengo una neurosis a lo Dora”, o “Tengo una neurosis al estilo Hombre de las ratas” o “Tengo un Schreber en análisis”. Los casos raros se hacen frecuentes, porque empieza la sospecha de que la clínica deja de estar sustentada como estaba sustentada antes. No es una cuestión conceptual, es una cuestión operatoria, es una cuestión del orden de la pragmática, es del orden de cómo llamar lo que no entra en las categorías. De ahí viene lo que ustedes conocen, escucharon o trabajaron como “los inclasificables”. Las clasificaciones son preciosas, si todo encajara en las clasificaciones estaríamos en el mejor de los mundos, pero la verdad es que nadie encaja en las clasificaciones. Es predominantemente, pero siempre hay algo que no encaja, pero eso finalmente recoge una experiencia de los psicoanalistas que no es nueva, que es previa a Lacan, que se trató de pensar de forma diferente, Melanie Klein por ejemplo, tenía la hipótesis del núcleo psicótico de la personalidad. Es decir que finalmente la neurosis era una manera de trabajar un núcleo psicótico. Era su teoría, contra la cual Lacan se batió a duelo, porque Lacan quería una clínica netamente diferencial. Y en el campo de los posts freudianos por ejemplo, el concepto de Borderline, es un concepto que con una teorización con la cual podemos disentir, pero no deja de señalar un fenómeno clínico. Que se lea o se lo teorice de una manera poco convincente, no niega que los casos muchas veces se presentan como casos en el borde.

Entonces, estos tres momentos, marcaron el inicio de una reflexión sobre a qué responde esta nueva clínica, hay algo más para decir y lo llamamos Psicosis Ordinarias. Simplemente para darle un nombre a aquello de lo que estamos hablando.

¿Qué es en lo primero que hay que detenerse? Cuando usamos el título de psicosis ordinaria o de psicosis discreta, primero, estamos diciendo psicosis ordinaria, es decir, estamos diciendo Psicosis, no es una categoría tercera, dentro de la bipartición lacaniana y freudiana de neurosis y psicosis, estamos haciendo una reflexión interna al campo de la psicosis. No estamos describiendo algo que es mi-mi, estamos haciendo una reflexión interna al campo de la psicosis. Es decir que no es el campo de la neurosis está tocado por la coyuntura actual de estar en la cultura. Es el campo de la psicosis el que está transformado.

Hay que reconocer que lo que se conoce como la última enseñanza de Lacan, la enseñanza de Lacan que parte del Seminario 20 y que recurre a eso que lo obsesionó hasta su final, el nudo y sus distintas versiones, el nudo borromeo, uno le hace hincapié a lo que fue esta última enseñanza de Lacan. Es insinuado en el 19, presentado en el 20, trabajado en el 21, 22 y 23, y en el seminario 24 sorprendentemente Lacan vuelve a una figura topológica que habló en el seminario 9 y en el seminario 12 que es el toro. Lacan está a la búsqueda de una manera de representar, de un modelo que no sea un modelo orientado, que no sea un modelo que responda a lo que fue su orientación final, a lo que fue el algoritmo Sassuriano que se diferencia en dos lugares, significante y significado S1 y S2 y todas las versiones que van a encontrar en la enseñanza de Lacan de una lógica binaria. Con el nudo, Lacan sale del binarismo, sale de la ideal del trayecto y entra en una topología totalmente diferente. Y hay que pensar que esa topología da herramientas teóricas para pensar esta clínica, de la que estamos hablando cuando hablamos de las psicosis ordinarias, que no estamos huérfanos de aproximaciones, indicaciones, avances de Lacan que hay una correspondencia entre la ultimísima enseñanza de Lacan y esta clínica, de la cual Lacan nunca dijo nada salvo su afirmación a medida que iba avanzando iba a salir precisamente en la sección clínica, somos todos locos, es decir, delirantes. Eso ya no es la neurosis y la psicosis, eso ya es psicosis, una cierta generalización de la psicosis que es un punto firme para reflexionar sobre la estructura que podría demostrar la pertinencia de esta nueva manera de pesar el campo de la psicosis.