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Revista Repique

Repique #1

Melancolía

Silvia Bottazzi

“…el hecho de que el lenguaje habla de la muerte, eso no prueba que tenga de ella algún conocimiento”.
J. Lacan (1982)[1]

Dentro de las primeras investigaciones de Freud, allí donde busca dar curso a las diferencias y las singularidades a partir de los casos de su clínica, es la melancolía una de las nociones que intenta desentrañar.

En esos momentos, de la mano de Emil Kraepelin y su Tratado de Psiquiatría, se consideraba a la Melancolía como una enfermedad, proponiéndola como psicosis maniaco-depresiva. Antes fue Falret quien propuso llamarla locura circular (sujeta a ciclos), vinculándola con la manía.

Seglás la caracteriza como dolor moral (hoy sería dolor psíquico), indicando que se organiza alrededor de ese dolor moral y que los fenómenos de enlentecimiento e inhibición de diversas funciones corporales son concomitantes con el humor penoso. De allí se desprende la melancolía simple, a la que secundariamente pueden añadirse ideas delirantes: melancolía con delirio.

Freud, comparte la idea de una asociación estrecha entre melancolía y manía.

En el Manuscrito G (1895), Freud observa que no tiene el mismo mecanismo que atribuía a las neurosis actuales y psiconeurosis. Plantea que “la melancolía consistiría en el duelo por la pérdida de la libido”[2], y desde allí hablará de anestesia sexual, de anorexia nerviosa y del efecto hemorragia en tanto la descarga de excitación. Para la melancolía, el agujero por donde se escapa la excitación estaría en lo psíquico. La define entonces como “una inhibición psíquica con empobrecimiento pulsional y dolor por ello”[3].

En tanto entidad, hacia los años veinte, inscribirá a la melancolía en el campo de la neurosis narcisista, como una depresión profunda, con cierto tinte bizarro, con anorexia y un desvestimiento narcisista producido por una pérdida.

En Duelo y Melancolía (1917) dirá: "La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación por el interés en el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí, que se exterioriza en autoreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo”[4]. Esta perturbación en el sentimiento de sí, es esencial para separarla del duelo. “En el duelo el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo”[5]. Hacia el final del escrito, Freud reúne las tres premisas de la melancolía: pérdida del objeto, ambivalencia y regresión de la libido al Yo, y dice que las dos primeras pueden ser ubicables en el autoreproche obsesivo tras un acontecimiento de muerte, por lo que sólo la tercera resultaría eficaz para comprender el advenimiento de la manía al término del trabajo melancólico, en esa trabazón estrecha con la regresión de la libido al narcisismo.

De lo que se trata es de la regresión narcisista (no la regresión libidinal), una regresión en tanto organización del Yo que lleva al melancólico a retirarse del mundo exterior y a desprender de todo objeto la investidura correspondiente. En cuanto a la identificación narcisista, Freud la diferencia de la identificación histérica, y la asimila a la que se presenta en la esquizofrenia. En la primera se desprende la investidura de objeto y en la identificación histérica no. “La sombra del objeto cae sobre el yo”, el objeto abandonado por el sujeto aparece en tanto das Ding y no Sache, en tanto La Cosa siempre ya perdida. “La identificación narcisista con La Cosa, que se manifiesta de manera pura en la melancolía, desnuda la relación que el sujeto tiene con ella.”[6]

Donde falta una imagen narcisista firme, el melancólico se encuentra en la nada, el vacio, que es lo que define su estado. Allí se enfrenta con la verdad de lo ilusorio del yo. En la melancolía se destruye la ilusión del yo, a modo de certeza.

Dirá Freud que el análisis de la melancolía nos enseña que el Yo sólo puede matarse si se trata a sí mismo con un objeto.

En El Yo y el Ello (1923), ya con la segunda tópica, Freud se interesa por el autoreproche, adquiriendo relevancia la instancia del Superyó para la melancolía. El Superyó arrastra hacia sí a la conciencia, y el Yo no interpone nada, se confiesa culpable y se somete al castigo. El objeto a quien el Superyó dirige su cólera ha sido acogido en el Yo por identificación. “Lo que gobierna en el Superyó es como un cultivo puro de la pulsión de muerte, que a menudo logra efectivamente empujar al Yo a la muerte, cuando el Yo no consiguió defenderse de su tirano mediante el vuelco a la manía”[7]. En la histeria el Yo se defiende de la crítica del Superyó por medio de la represión.

En Psicología de las masas y análisis del yo (1921) cuando Freud plantea el Yo juzgado por una instancia del exterior, designa esta instancia como Superyó, y lo nombra heredero de la identificación con el padre muerto.

En Síntesis de la neurosis de trasferencia (1916) anticipaba: "La melancolía es el efecto del asesinato del padre mítico, odiado y amado".

Se pregunta Laurent[8]: ¿Identificación con La Cosa o identificación con el padre muerto? Y propone mantenerlas juntas, pero en vertientes diferentes. Lacan propuso la Forclusión del Nombre-del-Padre, allí donde encuentra una modalidad especifica de identificación al padre en la psicosis. Y sería este mecanismo significante el que permite esa modalidad de retorno del Goce, que es La Cosa que cae sobre el Yo. “Sólo por la Forclusión del Nombre-del-padre se desnuda la relación con la cosa”[9].

El sujeto melancólico al estar dividido por su propio goce, queda bajo el castigo, ante el retorno desde lo real, justamente por la Forclusión del Nombre-del-Padre. Así, al castigarse muestra el registro de la identificación significante de la Forclusión y el registro del Goce.

Lacan, en Acerca de la causalidad psíquica (1946), en referencia a la pulsión de muerte freudiana, plantea que en el sujeto alienado, ya estarían vinculados el yo primordial y el sacrificio primitivo como esencialmente suicida. Habla del narcisismo en tanto nudo que relaciona la imagen con la tendencia suicida expresada por el mito de Narciso: “Esta tendencia suicida, que a nuestro parecer representa lo que Freud procuró situar en su metapsicología con el nombre de instinto de muerte, o bien de masoquismo primordial, depende para nosotros del hecho de que la muerte del hombre, mucho antes de reflejarse, por lo demás de una manera siempre tan ambigua, en su pensamiento, se halla por el hombre experimentada en la fase de miseria original que el hombre vive desde el traumatismo de nacimiento hasta el fin de los primeros seis meses de prematuración fisiológica y que va a repercutir luego en el traumatismo del destete”[10]. Luego rescata el valor de los juegos del niño (fort-da) en tanto el carácter iterativo de la repetición liberadora que emprende el niño en el camino de los renunciamientos que se establecerán en el escandido camino del desarrollo psíquico. La discordancia entre el Yo y el Ser intenta resolución mediante una coincidencia ilusoria de la realidad con el Ideal, que llegaría hasta ese nudo imaginario de la agresión suicida.

Cuando Lacan introduce en Función y campo de la palabra y el lenguaje (1953) la noción del inconsciente estructurado como un lenguaje, establece las relaciones de la dialéctica hegeliana y la lingüística que le permiten encontrar al sujeto recreando ausencia/presencia (fort-da) en tanto elimina así a La Cosa, y la convierte en objeto por el hecho de nombrar el vacio de la ausencia materna, y repetir la secuencia. El asesinato de La Cosa y esa muerte constituye en el sujeto la eternización de su deseo. En el mismo escrito dice Lacan: “En la locura, cualquiera sea su naturaleza, nos es forzoso reconocer la libertad de una palabra que ha renunciado a hacerse reconocer”[11] en tanto “formación singular del delirio que objetiva al sujeto en un lenguaje sin dialéctica”.[12]

“La melancolía ya no se sitúa a partir del narcisismo, sino a partir de los efectos de parasitismo del lenguaje. Para ser más exactos, el sacrificio narcisista está subordinado al sacrificio simbólico”.[13]

En el Seminario 10, Lacan articula el Narcisismo y el objeto a en tanto resto en la operación entre lo simbólico y lo imaginario. “En la melancolía se trata de algo distinto del mecanismo del retorno de la libido en el duelo.”[14] El hecho de que se trate de un objeto a y que esté enmascarado tras el i(a) del narcisismo, y sea ignorado en su esencia, exige para el melancólico pasar, por así decir, a través de su propia imagen y atacarla para poder alcanzar dentro de ella el objeto a que la trasciende cuyo, gobierno se le escapa…”[15]

En cuanto a la manía dice “es la no función de a lo que está en juego”…“el sujeto no tiene el lastre de ningún a, lo cual lo entrega sin posibilidad alguna de liberarse, a la pura metonimia, infinita y lúdica de la cadena significante”[16].

“Manía y melancolía vienen aquí a nombrar dos maneras de separar el deseo de la causa. La identificación con la eternización del deseo es retomada como collage absoluto del sujeto y su causa, lo que atestigua en la clínica el síndrome de Cottard, donde el sujeto se vuelve inmortal como el deseo freudiano”[17].

En Televisión (1973), Lacan hace una breve mención sobre la manía, y la inscribe como retorno en lo real de lo que es rechazado del lenguaje. “Es la excitación maníaca por la cual ese retorno se hace mortal”[18]. No es un significante lo que reaparece desde lo real, sino lo que es rechazado del lenguaje.

Dice Laurent “si distinguimos lalengua del lenguaje, la manía es desencadenamiento de lalengua, sin acción ya del lenguaje, que es el inconsciente”[19].

Y entonces, recordando al Lacan que hablaba de la prematuración humana, podríamos encontrarnos con esa mortificación que el lenguaje impone al ser vivo, a partir del retorno en lo real que la manía deja sobre el sujeto.

Es a partir de Televisión que podemos encontrarnos con dos clínicas posibles: a partir de la estructura del lenguaje, y entonces la clave será el deseo; o bien, a partir del rechazo del inconsciente donde remitimos al goce mortífero que se anuda al momento del nacimiento de lo simbólico. Dice Laurent: “se trata aquí de interrogar al sujeto no del lado del inconsciente como discurso del Otro, sino del lado del silencio de las pulsiones de muerte”xx. Momentos en que el sujeto se enfrenta, no con el Otro del significante, sino con la letra, con esa “terrible biblioteca universal de la que el sujeto está excluido como viviente”xxi. La escucha debería situarse allí donde la práctica de la letra impone una destitución subjetiva, que sería donde aparece la certidumbre melancólica del sujeto, el dolor de existir, el dolor en estado puro.

Dice Laurent: “Nuestra hipótesis es que estos momentos de rechazo del inconsciente tienen idéntico valor indicativo que tal o cual fenómeno elemental”[22].

En este recorrido, pretendiendo ubicar al sujeto ante las particulares presentaciones que lo ajustan al desafío de la melancolía, pudimos ver en Freud su detención sobre las Identificaciones, respecto de La Cosa o respecto del Padre Muerto; para encontrarnos con Lacan en su intento de dar cuenta del Goce en el sujeto, valiéndose en primera instancia del Narcisismo y del cuerpo para, desde la pasión del ser, encontrar el dolor de existir. Punto a tener en cuenta en el trabajo de elucidación de una psicosis, en este caso la melancolía. No encontraremos en la melancolía, al modo en que lo hace la psicosis ordinaria, una pequeña invención. Dice Miller: “¿qué podríamos decir de la melancolía? Allí, no podemos hablar de invención melancólica. Podríamos decir, por el contrario, que es la invención imposible, y que el melancólico llora sobre lo que para él es la imposibilidad de la invención.” [23]

NOTAS

  1. Lacan J, (1982) Improvisación. http://www.psicoanalisis.org/lacan/improvisacion.htm
  2. Freud S, (1895) Manuscrito G, Tomo I p.240
  3. Freud S, (1895) Manuscrito G, Tomo I p.244
  4. Freud S, (1917) Duelo y Melancolía, Tomo XIV p.235
  5. Freud S, (1917) Duelo y Melancolía, Tomo XIV p.243
  6. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.120
  7. Freud S, (1923) El Yo y el Ello, Tomo XIX p. 54
  8. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.121
  9. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.121
  10. Lacan J, (1946) Acerca de la Causalidad Psíquica. En Escritos 1, p.176.
  11. Lacan J, (1953) Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje. En Escritos 1, p.269
  12. Lacan J, (1953) Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje. En Escritos 1, p.269
  13. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.118
  14. Lacan J, (1962-1963) Seminario 10, p.363
  15. Lacan J, (1962-1963) Seminario 10, p.363
  16. Lacan J, (1962-1963) Seminario 10, p.363
  17. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.118
  18. Lacan J, (1973) Televisión. En Otros Escritos, p.552
  19. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.119
  20. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.124
  21. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.124
  22. Laurent E, (2014) Melancolía, Dolor de Existir, Cobardía Moral. En Estabilizaciones en las Psicosis, p.124
  23. Miller JA (2007) La Invención Psicótica. En Virtualia Nº16. http://virtualia.eol.org.ar