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Revista Repique

Repique #1

Psicosis: Algunas distinciones entre la primera y la última enseñanza

Mercedes Iglesias

Introducción

Hablamos ya casi habitualmente de la primera y la última enseñanza de Lacan. Lo que denominamos la primera enseñanza constituye un considerable tiempo de elaboración, donde a su vez hay diferentes tiempos. Miller[1] sostiene que el primer Lacan es hasta el Seminario 10, luego habría un segundo Lacan del Seminario 11 al 20 donde comenzaría una etapa denominada el último Lacan para llegar al capítulo IX del Seminario 23 en que se fija el inicio de la ultimísima enseñanza. Estas dos últimas etapas constituyen un salto, un trabajo desarrollado pero también abierto y que Miller intenta seguir construyendo. Parecería que no se trata de que la última invalide la primera, sino que constituye un momento epistémico en donde Lacan se interroga desde otro lugar. Como sostiene G. Brodsky en la última enseñanza Lacan se pregunta básicamente sobre lo que no se cura.[2] Lo cual es una indicación para no ver esta última como invalidando toda la anterior. Miller también sostiene esta posición en su curso El Ser y el Uno.[3] Intento analizar tres conceptos: Inconsciente, Nombre del Padre y Síntoma a la luz de estos dos momentos.

Consideraciones previas

En la primera enseñanza estamos en lo que Miller llama una clínica estructuralista y discontinuista.[4] Es decir, en la clínica apelamos a la estructura, así como a la distinción de los tres registros. Lacan destaca en esta etapa la importancia del lenguaje, nacemos en el mundo del lenguaje lo cual implica la existencia del Otro. Más allá de lo biológico el sujeto humano está determinado por el lenguaje. Se trata de la importancia del significante, del modo en que opera en los sujetos el mundo significante y para esto enfatiza no sólo la distinción entre lo imaginario y lo simbólico, sino la incidencia de lo simbólico sobre lo imaginario. La estructura que tendrá diferentes dimensiones permite ordenar más allá de la fenomenología.

En esta línea, para diferenciar la estructura decimos: si hay Nombre del Padre estamos en la neurosis y si no hay Nombre del Padre (forclusión) estamos en la psicosis. Esta forclusión tiene consecuencias. La inexistencia del significante Nombre del Padre hace que la psicosis no pueda detener el deslizamiento de los significantes. No hubo algo que permita fijar o cerrar sino que los significantes se escabullen. Hay fuga de sentido y esto impide una estabilización. Así, para la psicosis la vida tiene una dimensión de externalidad, no puede lograr una identificación ni con su cuerpo ni con su pensamiento. Las psicosis nos muestran los determinantes más radicales de la relación del hombre con el significante.[5] Muestra la relación de exterioridad que el sujeto mantiene con el significante, el carácter instrusivo del lenguaje en el ser hablante. Y de este modo, el desencadenamiento de la psicosis será entendida como cierta ruptura que impide la estabilidad significante. Cuando esto ocurre una de las consecuencias posibles es la interpretación delirante.

En la segunda enseñanza podemos hablar de una clínica continuista y la episteme con que elabora Lacan sus ideas es el nudo borromeo. Por otra parte, los tres registros tendrán un estatuto de igualdad, no habrá relaciones jerarquizadas. Lacan ubica el ‘hay de lo Uno’ que implica un Uno que está antes que se introduzca el mundo simbólico. Hay algo antes del Otro. En esta episteme el modelo es la psicosis y son ellas las que nos enseñan de lo Uno por cuanto este Uno del goce está fuera de toda relación con el mundo simbólico y con el Otro.

Inconsciente

En la primera enseñanza tenemos que el inconsciente está estructurado como lenguaje, lo cual implica que el inconsciente está en relación con el Otro y constituye una cadena significante. “…el psicótico es un mártir del inconsciente dando al término mártir su sentido: ser testigo”.[6] Se trata de un testimonio abierto. Así el concepto de mártir para Lacan supone que el psicótico es testigo, puede dar testimonio de su inconsciente puesto que este se encuentra ‘a cielo abierto’. El problema es que no logra darle sentido y poder así ‘compartirlo en el discurso de los otros’. Por ello la tarea del analista será también precisar ese testimonio o, como dirá E. Laurent, ‘ser un secretario’. En la última enseñanza Lacan habla del psicótico como ‘desabonado del inconsciente’.[7] Este desabonado del inconsciente supone que no necesariamente continúa indagando en él, que no necesita encontrar un sentido, que deja de ser un testigo. Pérez[8] sostiene que confrontando las dos fórmulas podría indicarse acaso que la diferencia se debería a un cambio conceptual de Lacan, pero bajo otra perspectiva, se puede plantear que para Lacan se trata más bien de una manera de concebir dos momentos posibles en un mismo sujeto psicótico, quien bajo ciertas condiciones y circunstancias consigue evitar ser testigo abierto de su inconsciente. Este desabonado del inconsciente dará lugar a todo una serie de planteamientos en Lacan. Y, culminará con la posición de Miller al hablar de inconsciente real por oposición al inconsciente transferencial.

Del Padre a los Nombres del Padre

En la primera enseñanza tenemos el deseo de la madre (DM) y debajo una X que supone un enigma con respecto al deseo de la madre. Lacan utiliza el Nombre del Padre o la Metáfora Paterna para mostrar que se inscribe un significante que da sentido a esa X de la madre. Cuando el niño capta el enigma de la madre, entonces tenemos el falo. Y, la niña o el niño otorgarán un valor a la x, orientando de este modo, la vida del sujeto. El Nombre del Padre es un significante, que en última instancia encarna la ley, pero la ley significante. El Otro existe y además contiene su propia garantía. En esta época la neurosis es el modelo y la psicosis es explicada a través de la neurosis. La psicosis es vista como un accidente en la inscripción de ciertos significantes. Es esta falla de la inscripción de la ley significante la que desencadena la psicosis. Esto tiene que ver con la contingencia, es un mal encuentro. Al no darse la inscripción significante, se establece en la psicosis un vacío de significación, no hay cadena significante y en consecuencia, hay emergencia de goce. En una Cuestión Preliminar[9] Lacan denomina ‘objeto indecible’ a lo que viene a llenar ese vacío. Luego lo denominará un significante en lo real. Se trata de un goce que no tiene nombre, que el sujeto no reconoce como propio, y que al no estar tomado en las redes de lo simbólico, se presenta en lo real. En la última enseñanza, Lacan muestra que cuando no se cumple la ley del Padre, pueden otros significantes venir a cumplir tal función. Es lo que Miller denomina la segunda metáfora.[10] Porque en esta segunda enseñanza, se admite que hay significantes que pueden cumplir la función del Padre. Esto será fundamental no sólo para las psicosis extraordinarias sino también para lo que luego se denominó psicosis ordinarias. Por lo tanto, en esta última enseñanza, el Nombre del Padre es un modo posible para ordenar la relación del goce con el significante pero no el único. De aquí que pueda hablarse de la pluralización de los nombres del padre.

Del síntoma al sinthome

En la primera enseñanza tenemos el síntoma como metáfora y la tarea del analista es interpretar de tal modo que advengan los significantes fundamentales que causan ese síntoma. Este tiene un sentido oculto al sujeto y se aspira a deshacer lo que está reprimido. Estos síntomas en la neurosis constituyen el modo en que el sujeto se situó frente al Otro. En Freud el síntoma viene de la intervención del Padre, prohibiendo algo de lo pulsional que va a caer en la represión. En la última enseñanza por el contrario, no se parte del Otro, el síntoma para Lacan viene de lo real. Este síntoma es el Uno del goce que se encuentra aislado y sin sentido, es un goce en el cuerpo. La psicosis enseña sobre estos Unos aislados. Y, Lacan terminará denominando sinthome a este Uno del goce que a su vez anuda los tres registros. Aquí podemos sostener que la clínica continuista ubica estos S1 tanto en la psicosis como en la neurosis. Cumplirán funciones diferentes pero en ambas estructuras se trata de que el analista ubique estos S1 del goce. En el caso de las psicosis se intenta extraer los significantes pero para que se apunte a una estabilización, es un modo de reunir el significante con goce. Esta estabilización permite que haya ‘comas’ que ‘se descompacta lalengua’.[11] Si la primera enseñanza da primacía al significante y aspira mediante él a cierta transformación subjetiva, la última enseñanza reconoce el goce como primero y es a partir de aquí que se procesa el mundo significante.

Consideraciones finales

A modo de conclusión cabe destacar algunas hipótesis que realiza Millas[12] quien establece una relación con respecto al modo en que se cumple la función de la excepción. Sostiene así que la función del padre es un caso particular de una función más amplia que es la función del síntoma. El síntoma es aquello que viene a intervenir en el lugar del agujero de lo simbólico. “Pensé poner en tensión El Seminario 3 con la clase de RSI del 21.01.75. La hipótesis de trabajo es que lo que se concluye sobre el padre y la excepción en las psicosis retorna de un modo generalizado en su última enseñanza.”[13]

El padre que cumple la función universalizante es el padre de la neurosis, mientras que Un padre es como una suplencia, una ‘prótesis imaginaria’. El Nombre del Padre no sólo resuelve el enigma materno, también cumple la función para que el sujeto elabore su goce. En el neurótico será el goce prohibido. La cuestión entonces para la psicosis es tratar de inventar un operador diferente al Nombre del Padre para domesticar ese goce. El Nombre del Padre organiza el conjunto de los significantes y se constituye en lugar de excepción. ¿Qué destino tiene ese lugar de excepción cuando lo que se impone es la lógica de la forclusión y es ocupado por el goce?[14] En Schreber por ejemplo, un significante es para él y sólo para él. Él mismo pasa a ser el significante de excepción. Terminará el delirio con ser La mujer que le falta a Dios. Entonces por un lado tenemos un empuje al Todo pero a la vez al Uno solo (Schreber) como excepción. Si bien Lacan ya había establecido la imposibilidad de que exista un significante para La Mujer, en la psicosis esto se alcanza, puesto que reniega de lo imposible de la relación sexual. La mujer viene a nominar el goce extraño que irrumpió en el desencadenamiento.[15]

Así, el Nombre del Padre y La Mujer ambos vienen a estabilizar la relación entre el significante y el goce del cuerpo. Es decir entre el goce y el Otro. En RSI Lacan relaciona La función de excepción, el Padre y Una mujer. Hay equivalencia entre los tres. Son pensadas como funciones sintomáticas. Esta equivalencia tiene como denominador común la función del síntoma. El síntoma ya no será metáfora en relación al sentido, sino que será una letra, un elemento idéntico a sí mismo y sin sentido que implica un goce autoerótico pero que también anuda la relación del significante con el goce. El problema es cómo a partir de este goce se establece la relación con el Otro. Hay que continuar explorando estas tensiones para poder abordar la última enseñanza de Lacan.

NOTAS

  1. Miller, J.A. El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, p. 55.
  2. Brodsky, G. 2016. Seminario sobre La Interpretación, Montevideo, 2016.
  3. Miller, J.A. Miller, J.A. El ser y el Uno, 2011, (inédito)
  4. Miller, J.A. Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003.
  5. Lacan, J. El Seminario, libro 3, Las psicosis, Paidós, Buenos Aires, 2002, p.95.
  6. Lacan, J. El Seminario, libro 3, Las psicosis, Op,cit., p.190.
  7. Lacan, J. El Seminario, libro 23, El sinthome , Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 162.
  8. Pérez, Juan Fernando. ‘Dos fórmulas de Lacan sobre las psicosis y el inconsciente.’, Medellín.
  9. Lacan, J. ‘De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis’ en Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.
  10. Laurent, E. ‘La interpretación ordinaria’ en Freudiana 76, 2016, p. 145.
  11. Laurent, E. ‘La interpretación ordinaria’ Op.cit.
  12. Millás, D. Enigma y Certeza en la Clínica: La Interpretación Delirante, Serie Enseñanzas CID-Lima, Lima, 2006.
  13. Ibid.
  14. Ibid.