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Revista Repique

Repique #3

De lo universal a lo singular

Jimena Piriz

A lo largo de la historia la humanidad ha recurrido a sustancias con determinados fines. Si hacemos énfasis en la historia de las drogas observamos usos que hacen al imaginario sobre las mismas. La diferencia radica en la posterior comercialización y narcotráfico considerando a las mismas como una mercancía, siendo de las industrias que mueven más dinero en todo el mundo.

La historia de las drogas comienza con los rituales y su utilización como un medio para un fin. El uso de las mismas era de índole festivo, religioso y/o medicinal, con la particularidad de utilizar una droga y una vía de administración. Pensemos en el uso del pharmakon, sustancias para recobrar otros estados de conciencia y así pretender lograr la cura (Escohotado, A. 2008). Con el paso del tiempo algunas drogas siguen siendo naturales, pero tantas otras son derivados, y hoy en día ya no podemos hablar de un solo uso ni una sola droga, ya que en muchos casos observamos el policonsumo.

En los conocidos Manuales diagnósticos y estadísticos de los trastornos mentales nos encontramos con un capítulo dedicado a los Trastornos relacionados con sustancias, esto también demuestra cómo cambió con el tiempo la visión y el uso de las mismas. Allí se entiende a la sustancia como drogas de abuso, medicamentos o tóxicos. En base a su utilización se hace manifiesto que cualquier consumo puede ser problemático, incluso el experimental u ocasional. En el caso de la dependencia, se trata de síntomas que hacen al uso continuo de la droga más allá de los malestares que un sujeto podría llegar a presentar a raíz de la misma.

Para comenzar a pensar esta problemática desde la mirada psicoanalítica podemos situarnos en los trabajos freudianos, haciendo énfasis en El malestar en la cultura del año 1930 donde el consumo de sustancias puede ser entendido como respuesta a dicho malestar, pero en consecuencia estas drogas generan efectos en el organismo, tanto lo placentero como lo displacentero, o desde un punto de vista psiquiátrico como depresores, estimulantes y alucinógenos, no dejando de lado la ruptura que esto genera en el sujeto. Podríamos enmarcarlo por ejemplo cuando se utiliza la palabra “viaje” para referirse a los efectos de la sustancia, pero al unísono con Freud, placer- displacer, se puede tratar de un buen viaje o de un mal viaje. También podríamos pensar esta ruptura con la realidad haciendo referencia a Introducción al Narcisismo (1914), donde Freud hace una distinción de las neurosis, y en tanto a la neurosis narcisista como el lazo con uno mismo. Entonces de estas acepciones freudianas, sumadas a mi experiencia de trabajo, es la presencia de sujetos todo para sí, en ruptura con el Otro, pensándolo como un goce autoerótico. Entendiendo al autoerotismo como aquella pulsión de autoconservación de la que dotan los seres vivos, en este caso un repliegue hacia sí de su cuerpo tomándolo como si este fuese un objeto sexual y goce en tanto que la castración dota al mismo, pero instala la falta a través de un Otro que nos marca por donde debemos gozar.

En la adicción a sustancias claramente hay algo del orden de la transgresión, de los límites difusos o de la falta de los mismos, pero sí hablamos del goce nos paramos frente a “ese más allá del principio del placer que satisface a la pulsión y que a la vez genera displacer” (González, M. 2010. p. 50). Paliar el malestar a través de este goce, que más allá de las carreras de consumo que parten de la singularidad de cada sujeto, algunos no logran aferrarse a tratamientos de rehabilitación ni quedarse en la etapa de mantenimiento si lo pensamos desde el esquema de los estadios de cambio (Modelo transteórico del cambio de Prochaska y Di Clemente). Por ende es bien gráfico del uso de la sustancia como parte de un goce.

En la sociedad contemporánea, en la cual todos somos consumidores, el consumo puede hacerse presente para sobrellevar algún malestar, inclusive a la angustia, este afecto que no engaña, como nos enseñó Jacques Lacan. Un ejemplo clásico es el ir de compras con una falsa sensación de bienestar. Entonces, detrás de los actos que son equiparables al objeto droga en tanto consumo, podemos pensar en la no tolerancia a la falta.

El rendimiento, la autoexigencia, la aprobación constante de la imágen, la rutina, el stress, entre otros, hacen que el consumo ocupe un espacio y éste es el de la falta: “El adicto responde como pocos a los requerimientos de la sociedad de consumo y, desde la óptica del proveedor, no hay dudas que es el consumidor perfecto” (González, M; 2010. p.53).

Sin dudas estamos frente a un tema que genera gran repercusión en la vida de los sujetos, en sus familias, sus grupos, en sociedad y a escala mundial, y por ende debemos pensarlo desde el psicoanálisis. Porque, como hizo manifiesto Lacan: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”.

BIBLIOGRAFÍA

  • Anzalone, E; Bafico, J; González, M. (2010). La actualidad del síntoma. Montevideo. Ed. Psicolibros.
  • Asociación Americana de Psiquiatría. (2002) DSM IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. 4ª edición. Barcelona. Ed. Masson.
  • Escohotado, A (2016) Historia elemental de las drogas. 7ª edición. Barcelona, España. Ed. Anagrama.
  • Freud, S. (1914) Introducción al narcisismo. En: Obras completas. Tomo XIV. Buenos Aires. Ed. Amorrortu.
  • Freud, S. (1930) El malestar en la cultura. En: Obras completas. Tomo XXI. Buenos Aires. Ed Amorrortu.
  • Junta Nacional de Drogas. Material de apoyo para las familias. Extraído de: www.infodrogas.gub.uy