Repique #3
La experiencia del obstáculo en la clínica
El tema que nos ha convocado este año en los Seminarios de Formación Lacaniana, ha sido el Método psicoanalítico. Pensar en el método es poder ir hacia los comienzos del psicoanálisis. Por lo que me pareció interesante poder hablar hoy, de esto mismo; mis comienzos.
Exponer este caso me supuso algunas dificultades, ya que más que de un caso, se trata de una experiencia clínica. Y uno podría formularse una primer pregunta ¿cómo pensar al psicoanálisis por fuera de la experiencia? Ya lo dijo Freud “el psicoanálisis es una experiencia”.
Estaba yo decidida -y no tanto- a dar mis primeros pasos en la clínica, para lo cual, lo primero que tenía que hacer era procurarme un consultorio.
Nunca es fácil trabajar en un lugar donde algo ya está dispuesto, y en este sentido lo señalo porque también hace al método esto del “dispositivo”. Pensar al dispositivo como aquel que ordena algo, es estar advertidos de que todo orden supone cierto acto de violencia e imposición. Y es poder pensar qué tipo de provocaciones formulamos entorno a esto del dispositivo.
A continuación, intentaré ejemplificar algo de esto, y en qué sentido nos convoca como analistas.
Convoca en su etimología quiere decir convocare “llamar a todos”. O si analizamos sus componentes léxicos, con-junto, vocare-dar un nombre.
Es la experiencia del obstáculo que nos convoca a la posibilidad de dar un nombre junto-con a eso que, en principio no lo tiene. Esto ya nos indica algo y es que la función deseo del analista (que no siempre está nombrado) está vinculada a la formación. Esta formación pasa por distintos caminos. “Uno fundamental es su propio análisis. Esto significa que en el análisis del analista algo de esta función debe de ser encontrada por el sujeto analizante… (Chamorro, 2014, p.151)”.
Viñeta clínica
La siguiente situación clínica es un recorte que pretende a través de una contingencia, ilustrar algunos puntos nodales del psicoanálisis como experiencia.
Se trata de un paciente que asiste a consulta regularmente.
En cierto momento de su análisis, al terminar la sesión, nos dirigimos a la sala de espera dónde se encontraba la puerta de salida. De casualidad coincidimos allí varios profesionales, lo cual para mí resultaba una coincidencia poco habitual, pero coincidencia al fin.
Un colega me anoticia de que lo conocía, e intenta explicarme algo de él. Le pido por favor que no me explique.
El paciente que venía asistiendo a consulta regularmente en su día y hora; a la semana siguiente envía un mensaje comunicando que no podrá asistir, que agenda para la próxima semana en su día y en su hora. Así una semana tras otra, hasta completar el mes fue cancelando y agendando.
Finalmente llega a consulta, su enojo era notorio, pero nada trajo sobre él, más que el enojo que sentía de estar estancado en el tratamiento. Al irse pide para venir a sesión cada 15 días, aludiendo que le parece es lo mejor. Accedo a este pedido.
Del acto al acto analítico
Ricardo Seldes nos habla de la preparación del acto analítico; y lo enmarca en la experiencia del control. Y refiere a ella como esa oportunidad de asegurarnos que el analista no represente un obstáculo para el análisis. Es decir, verificar que el analista hace bien de semblante.
Es interesante pensar esto, ya que recuerdo que luego de lo sucedido con este paciente salí inmediatamente en busca de control. Y es en un tiempo después, tal vez en este tiempo, dónde escribo este trabajo, que puedo constatar que mi búsqueda se dirigía a cierta confirmación de ese semblante –en ese tiempo, en duda- y que se afirmó en la respuesta del analista-supervisor en un simple “lo que él va a encontrar es un analista”. Respuesta escueta, si se quiere, pero que deja espacio para algo del deseo –en este caso el mío como analista-. Una respuesta no homóloga a mi pregunta
–¿qué hacer? - pero que apuntaba en efecto a que captara “…que lo único que uno puede hacer es estar a la altura del acontecimiento…” (Seldes, s.f. p.3). Cosa que por supuesto, yo ponía en duda todo el tiempo, estancando mi deseo (no solo como analista), y que posteriormente llevaría a mi análisis.
Cuando decimos que en ese encuentro con lo real se pone en juego el azar, eso que Lacan llamó La Tiché, y que toma a la transferencia en su cara más Real, es ahí mismo dónde nos damos cuenta que sucede la cuestión del obstáculo. Algo de lo Real sucede y hay una respuesta del lado del goce. Esta experiencia del obstáculo que es para ambos, analizante-analista.
No es por azar que me la he pasado hablando de la experiencia, porque es allí, por la vía de hacer la experiencia que el analista supone un acto, una ética. Es decir que en la experiencia del control el analista se pone a prueba, y es ahí mismo donde dirime su capacidad subjetiva de sostener ese acto analítico.
Conclusión
El paciente que cité en este pequeño ejemplo, asiste a consulta hasta el día de hoy, en su día y en su hora.
Como sabemos la dimensión ética del psicoanálisis es la de respetar al sujeto. Por lo que su objetivo para nada apunta a forzar la resistencia.
Si la clínica nos procura un sin número de dificultades Lacan las resuelve introduciendo el deseo del analista como parte esencial del trabajo clínico.
En este caso lo que el analista ofrece es un lugar vacante. Esta es la función del deseo del analista, y se manifiesta en ese lugar vacío, sin utilidad podríamos decir, y que convoca al analizante a hacer un trabajo sobre ese lugar.
BIBLIOGRAFÍA
- Chamorro, J. (2014). El deseo del analista. En Brodsky, G. Fundamentos 1. Comentarios del Seminario 11. Buenos Aires: Grama ediciones.
- Miller, J. A. (1997). Introducción al método psicoanalítico. Buenos Aires: Paidós.
- Seldes Ricardo D. La preparación del acto.http://www.wapol.org/ornicar/articles/189sel.htm